Los Juegos Olímpicos son el mayor espectáculo del planeta, salvo la basura regada por comentaristas convencidos de que sus efusiones liricopatrióticas contribuirán a la gloria de las Olimpiadas. Quienes empezamos en el periodismo deportivo, y desde ahí solo se puede rodar cuesta abajo, recordamos la tortura más refinada de la especialidad:

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