Son poco más de las nueve de la mañana y el sol ya calienta con fuerza en el circuito de Mora de Ebre. Vamos a pasar calor, pero la ocasión lo merece, porque hemos venido hasta aquí para realizar una prueba tan especial como exclusiva.
Cuando hace ya unos meses empezamos a planificar los distintos reportajes que debían conformar el especial con el que conmemorar el 40 aniversario del suplemento del automóvil de Mediterráneo, surgió de inmediato uno que parecía imprescindible. El Seat Ibiza, probablemente el modelo más importante en la historia del fabricante español, también cumple 40 años en este 2024 y el paralelismo entre ambos era evidente.
La primera idea fue comparar aquel primer Ibiza de 1984 con la serie especial que Seat ha lanzado recientemente para celebrar la onomástica. Sin embargo, como entendíamos que ese paralelismo entre el suplemento y el coche español se merecía algo más, nos planteamos otra opción más original: ¿Por qué no reunir los cuatro Ibiza de rallys más emblemáticos en una comparativa?
El responsable de Seat Históricos, Isidre López, es un auténtico apasionado de las carreras que vivió en primera persona algunos de los momentos más destacados de la marca española en el Mundial de Rallyes, primero con los Ibiza kit car y después con el Córdoba WRC. Ademas, como ya hemos compartido juntos unas cuantas aventuras que casi siempre han acabado bien no fue difícil convencerle. Con su visto bueno, solo quedaba determinar qué cuatro coches elegir y buscar la fecha y el lugar adecuados para reunirlos.
Los tres primeros protagonistas de la comparativa surgieron enseguida. El Ibiza Bimotor, con el que Josep María Serviá fue dos veces subcampeón nacional de rallyes sobre tierra a finales de los 80, tenía que ser uno de ellos; uno de los dos kit car del Mundial también era indiscutible y, como hace unos años ya habíamos incluido el primero de ellos en un reportaje sobre los cinco Seat de competición más importantes de la historia, elegimos esta vez el Evo 2, que cerró en 1998 el triplete de títulos mundiales; entendimos que el tercero debía ser el grupo B con el que José Luis Graña ganó la Copa Ibiza de 1986, porque con él se inició toda la saga; y para completar el cuarteto de joyas en pista, optamos por el GTI con el que se disputó la copa de tierra a partir de 1994, un modelo del que Seat Históricos construyó hace unos meses una réplica exacta del que en su momento desarrolló Toni Rius.
Y así fue como una calurosa mañana de julio los reunimos en el circuito de Mora de Ebre. Allí estaban, junto al imponente tráiler de Seat Históricos, los cuatro protagonistas, listos y preparados para la acción.
De acuerdo con Isidre, decidimos conducirlos por estricto orden cronológico e iniciar este singular viaje en el tiempo al volante del Ibiza SXi grupo B; luego le llegaría el turno al Bimotor; más tarde nos subimos al GTI y, tras un breve paréntesis para descansar, finalizamos la jornada a bordo del Kit Car Evo 2 con el que Harri Rovanpera y Oriol Gómez llegaron a encadenar ocho triunfos mundialistas en su categoría durante la campaña de 1997.
Con cada uno de ellos, el procedimiento fue más o menos el mismo: un par de vueltas para comenzar, una breve parada para confirmar que todo iba bien y una tanda de giros más larga para descubrir el coche.
Fueron casi cinco horas de test pero, al terminar, la felicidad era patente en la cara del que suscribe. Porque, aunque se da la circunstancia de que ya había tenido la oportunidad de subirme en su momento a tres de los coches (el Bimotor era la única asignatura pendiente), cada uno de ellos representa una porción de la historia del automovilismo español y poder tenerlos juntos y conducirlos uno tras otro supuso una experiencia única. A ver si hay suerte y no hay que esperar otros 40 años para repetirla.
Seat Ibiza grupo B. Con él comenzó todo
En 1985, con el Ibiza ya en el mercado, Seat decidió sustituir la Copa Panda que se había disputado los cuatro años anteriores por otro certamen de promoción que tuviera a la nueva estrella de la marca como protagonista. La primera edición la ganó Roland Holke y se disputó con unidades casi sin preparación y neumáticos de serie pero, de cara a 1986, Seat Sport (que había nacido apenas unos meses antes con Vicente Aguilera al frente) decidió incorporar una preparación mucho más completa.
El coche recibió entonces unas suspensiones de carreras, frenos más potentes y una caja de cambios con relación cerrada y autoblocante. Además, el motor se evolucionó hasta alcanzar los 120 caballos, los neumáticos de serie utilizados el año anterior se sustituyeron por otros de competición y el peso se redujo al aligerar todo el habitáculo, para situar el coche por debajo de los 900 kilos.
El leonés José Luis Graña, que había sido segundo el primer año, dominó la Copa del 86 con este coche, preparado por el concesionario Seat Euromotor de su ciudad. El aspecto de este primer Ibiza de carreras de la historia es ya el de un auténtico coche de rallys de los años 80, con todas las medidas de seguridad, el interior vaciado y desprovisto de los asientos traseros y sus cuatro faros adicionales dominando el frontal. Como recuerda el propio José Luis Graña “no corría mucho”, pero al volante sí transmite el tacto de un verdadero coche de carreras y aunque no resulta difícil de conducir, su comportamiento está ya adaptado a las exigencias de la competición.
Seat Ibiza Bimotor. Pura genialidad española
El Ibiza Bimotor es, sin duda, el coche más singular de los cuatro. Solo se construyeron dos unidades y esta es la primera de ellas. Fue fruto de una idea de Josep María Serviá y, básicamente, se trataba de construir un Ibiza de cuatro ruedas motrices, ubicando para ello en la parte trasera un segundo conjunto de motor, caja de cambios, embrague y suspensiones similar al delantero. La idea, técnicamente muy compleja, funcionó y tras una primera fase de ajustes un tanto complicada, se consiguió que el invento fuera muy efectivo y fiable. El Bimotor ganó carreras y Serviá acarició con él dos veces el título de Campeón de España de Rallyes sobre Tierra, un certamen que en aquellos tiempos tenía un nivel espectacular y permitía la participación de prototipos sin homologar como este.
El coche debutó en 1986 de forma privada en manos de Serviá y, en un primero momento, se utilizó la mecánica del Ibiza de la copa, con lo que cada uno de los motores rondaba los 120 caballos. Sin embargo, a partir de la segunda temporada, cuando Seat Sport asumió ya el proyecto de forma oficial alineando incluso una segunda unidad para Toni Rius) se llegaron a alcanzar los 148 en cada uno de ellos.
Al volante, el Bimotor es de largo el coche más físico de los cuatro. Es verdad que el hecho de realizar la prueba sobre asfalto incrementa el esfuerzo que hay que realizar sobre la dirección, pero el propio Josep María Servía nos confirmó esta sensación. “En tierra se hacía más fácil, pero incluso así es un coche muy exigente de pilotar, tanto por la dirección como por el cambio”. Efectivamente, el coche sorprende por la dureza del volante, pero también por la atención que exige la caja de cambios. Hay que marcar cada marcha con decisión pero también con paciencia, porque el selector debe engranar cada una de ellas en las dos cajas para que ambas funcionen de manera simultánea y aunque los autoblocantes mejoran mucho el comportamiento del coche, también suponen un esfuerzo extra para el piloto.
Además, el peso que representa el motor posterior (unos 1.00 kilos) convierte al Bimotor en un coche muy sobrevirador. Es muy divertido porque vas de lado casi todo el tiempo, pero dominar la situación obliga a realizar un esfuerzo importante con la dirección. Sin embargo, lo mejor de todo es el sonido. Y es que escuchar los dos motores a la vez es una sensación realmente única.
Como es lógico, toda la instrumentación está duplicada y, a la hora de arrancar, hay que activar primero una bomba de gasolina y poner en marcha un motor para después hacer lo mismo con el otro.
El Ibiza Bimotor es pura genialidad española, un invento original, sorprendente y complejo que, sin embargo, funcionó. Y muy bien.
Seat Ibiza GTi Copa de Tierra. El inicio de una nueva etapa
En 1993, el Ibiza era ya un modelo muy popular y coincidiendo con el lanzamiento de su segunda generación, Seat Sport decidió impulsar una nueva copa de promoción sobre tierra. La Copa Marbella, creada en 1987 primero sobre tierra para después extenderla a los rallyes de asfalto, había sido todo un éxito de participación, pero a partir ahora debía ser el Ibiza el que asumiera el protagonismo.
De la mano de Toni Rius, desarrolló un coche que mantenía los 115 caballos del modelo de serie, pero que incluía un kit con todos los elementos de seguridad, refuerzos de carrocería, suspensiones específicas de carreras para tierra y una caja de relación cerrada con autoblocante. El propio Rius hizo debutar el nuevo Ibiza de carreras en el rallye inaugural de 1994 a modo de test, como paso previo al inicio de la copa que arrancó poco después.
Curiosamente, esta unidad lleva suspensiones de asfalto en lugar de las originales de tierra para poder participar con mayores garantías en rallyes históricos de regularidad. Es una réplica del coche de test que desarrolló Rius y mantiene el cambio cerrado y el autoblocante originales del campeonato. Después de conducir el Bimotor, su dirección asistida parece casi de juguete, el coche transmite mucha ligereza y se conduce con mucha facilidad. Exteriormente, las diferencias son mínimas con el modelo de serie, aunque el interior es el de un coche de carreras de verdad, con todas las medidas de seguridad y desprovisto de todo lo innecesario, a imagen del Ibiza grupo B de 1986.
Seat Ibiza kit car E2. Todo un campeón del mundo
En 1996, Seat decidió volver al Mundial de Rallyes con el objetivo de luchar por la victoria en la FIA 2-Litre World Rally Cup for Manufacters, o Copa del Mundo de Dos litros. Esta categoría estaba abierta a modelos de dos ruedas motrices con un motor de hasta de dos litros de cilindrada, una descripción que encajaba a la perfeccion con el nuevo Ibiza.
El Ibiza kit car E2 es la evolución del coche con el que Seat ganó este certamen por primera vez, en 1996. Se estrenó oficialmente en el Rallye de Argentina de 1997, protagonizando a partir de entonces una racha triunfal al encadenar ocho victorias consecutivas en manos de Harri Rovanperä (sí, el padre de Kalle Rovanperä) y Oriol Gómez, lo que permitió sumar un segundo título mundial al término de la temporada y otro más, el tercero y último, en 1998.
Seat Sport produjo un total de 14 unidades de este modelo, de la que Seat Históricos conserva una en perfecto estado de revista, que mantiene la decoración con la que el piloto finlandés participó en el Montecarlo de 1998. Su diseño resulta ya mucho más actual y su aspecto difiere mucho del de los otros tres Ibiza de la comparativa. Su chasis está mucho más desarrollado y su motor llegó a entregar 265 caballos en la versión de asfalto, que se transmitían a través de una caja secuencial Hewland de seis velocidades.
Con sus aletas ensanchadas, la enorme parrilla de faros delantera, las llantas forjadas de 18 pulgadas y el alerón trasero, el Ibiza E2 es el más agresivo y espectacular de los cuatro y, obviamente, también el más efectivo. El puesto de conducción es sencillamente impecable y en marcha las sensaciones son también muy distintas. Transmite mucha seguridad y es relativamente fácil rodar muy deprisa con él después de unas pocas vueltas, aunque buscar el límite ya es otra cosa. Resulta mucho menos físico de conducir que el Bimotor, es muy ágil en los cambios de apoyo, la dirección tiene la asistencia justa, los frenos exigen si quieres aprovechar todo su potencial y el cambio secuencial también obliga a engranar con fuerza y precisión cada marcha, aunque el ‘cut off’ permite subirlas una tras otra sin levantar el pedal del acelerador. El Ibiza kit car es un coche de carreras de verdad, diseñado por y para los rallys. Y lo demostró conquistando nada menos que tres títulos mundiales. Todo un campeón.