La historia de Gaby se escribe pareja a la de otros españoles que, aún veinteañeros, se erigieron en ‘latin lovers’ de costa entre finales de los 80 y principios de los 90 del siglo pasado; los últimos dinosaurios de una especie heredera del ‘macho hispano’ del amanecer turístico del desarrollismo y cuyo estereotipo, tal como lo conocimos, feneció con el nuevo siglo hasta la práctica desaparición del mito y la leyenda, devorados por el empoderamiento femenino y la popularización de una nueva cultura de las relaciones personales apuntalada por Badoo, primero, Tinder, después, y demás aplicaciones que atajan la necesidad de un buen bronceado y horas de postureo en la barra de una discoteca.

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