Alba tenía 12 años cuando el 19 de septiembre de 2014 falleció al sufrir una descarga eléctrica en la atracción “la olla” que estaba instalada en la feria de la pedanía sevillana de Maribáñez. Su caso dio lugar a un procedimiento judicial en el que inicialmente hubo cuatro condenados –el feriante, su instalador eléctrico, un concejal y el electricista municipal–, si bien la Audiencia de Sevilla, en mayo de este mismo año, absolvió a los dos últimos. Diez años antes, en 2004, un niño de 8 años murió también electrocutado en unas fiestas en Sabiñánigo (Aragón), en el saltamontes, un asunto en el que el propietario de la atracción acabó admitiendo su responsabilidad y fue sentenciado a un año de cárcel. En estos dos casos, el de Sevilla y Aragón, fueron claves los informes realizados por los peritos judiciales, es decir, por expertos que revisaron a conciencia las atracciones. Y en el del accidente de Vigo las fuentes jurídicas consultadas indican que, al margen de la investigación de la Policía Judicial y la Policía Científica de la comisaría, tiene también vital importancia, de cara a determinar si existe materia penal y concretamente la presunta comisión de un delito de homicidio imprudente, lo que dictamine un especialista en la materia, previsiblemente un ingeniero técnico industrial.

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