Las verdaderas estrellas de París’24 no han acudido en busca de unas vulgares medallas de oro, sino del título de GOAT, el Greatest Of All Times o Más Grande de Todos los Tiempos. Lo pretendía Simone Biles, que tropezó con el umbral pese al apoyo de los políticamente correctos. También LeBron James voló a Francia para eclipsar a Michael Jordan, misión incumplida por lo que deberá conformarse con el metal dorado. En cambio, el más odiado por todos ustedes ha coronado su objetivo. Se necesitaría cometer más infracciones que los deportistas chinos con el dopaje, para obviar desde el pasado domingo que no ha habido ni hay otro como Novak Djokovic. Ni tampoco lo habrá, el vaticinio obligatorio cada vez que se corona a un GOAT.

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