El mes de julio ha sido el de la confirmación del rebrote de una de las rutas más cortas y minoritarias, pero también más peligrosas, de la emigración ilegal. Según confirman a El Periódico fuentes del Gobierno de Ceuta, son 70 las llegadas a nado de inmigrantes registradas este pasado mes en la ciudad. En casi todos esos casos, el viajero es un adolescente.
Frente al Tarajal de Ceuta hay más de 200 metros de travesía entre el último puesto de la gendarmería, en la localidad marroquí de Castillejos, y la playa española. Pero eso es considerando solo el trayecto en línea recta; en realidad, los inmigrantes que están arribando a nado este verano recorren más distancia, para bordear o hacer escala en un espigón con alambrada que, como la valla de Melilla o el río Grande de México, es uno de los hitos del drama de la inmigración.
En esta microrruta, no hay pateras, ni patrones ni posesiones: se lanzan al agua solo con una pequeña mochila
La práctica de esta forma de entrada en España es veterana, y ha sido a menudo trágica. Después de infinitas de pruebas de acierto y error, los migrantes dan con la hora más buena. Eluden entonces la vigilancia de los gendarmes en las horas en que se relaja el servicio, generalmente entre dos luces al amanecer. Como ahora, por los cambios de patrullas policiales en el lado de Marruecos, la distancia que han de recorrer en el mar es mayor, los nadadores se echan al agua con algún objeto flotante, un neumático hinchado. Pero, al final de la travesía, habrá un tramo en que deberán dejar el flotador para acabar a brazadas.
Si la Guardia Civil les sale al paso «no es para que se den la vuelta, como en el otro lado, sino para evitar que se ahoguen», explica una de las fuentes consultadas. Las 70 llegadas en julio -todas de marroquís- son un repunte en esta microrruta sin pateras, sin patrones, sin posesiones: el nadador se echa al agua apenas con una pequeña mochila en la que meter, envuelto en film plástico, el móvil y algún papel.
Repunte
En su estadística periódica de inmigración ilegal, el Ministerio del Interior no clasifica estos arribos como llegadas a España por vía marítima, pues no ha habido navegación. Oficialmente, los llegados en alguna embarcación o moto de agua a Ceuta son solo 13 en lo que va de año, contra 33 en el mismo periodo de 2023.
El dato de los 70 llegados en julio se diluye entre las 1.354 llegadas por vía terrestre entre el 1 de enero y el 31 de julio, que en la ciudad han aumentado un 165,5% con respecto al tramo enero-julio del año pasado. Pero si se considera solo los casos de nadadores, el Gobierno de Ceuta aporta otro porcentaje basado en estimaciones, y dentro de las pequeñas cifras de esta modalidad: 400% de crecimiento.
Entre las 70 personas llegadas a nado este julio hay un niño de 12 años
Hay un guarismo que le pone más humanidad a la estadística: el 12. Doce años es la edad más baja registrada de nadadores llegados a Ceuta. Un niño de doce años, aprovechando las nieblas estivales, en un agua de 20 grados de temperatura.
El fenómeno de los nadadores es exclusivo de Ceuta. Melilla tiene otra casuística: la verja fronteriza es su hito y los asaltos los puntos candentes. Pero este año hay plena paz: van contados 37 inmigrantes que han conseguido entrar irregularmente en la ciudad sin que les sorprendieran en el acto y fueran devueltos.
Los nadadores aprovechan las nieblas matinales persistentes e incluso la mala mar para aventurarse al agua
Explican en el Gobierno local que el repunte de arribos se produce precisamente por las nieblas, matinales pero persistentes, que ocultaban la vista del horizonte durante horas en varios días del pasado mes. «Ellos aprovechan la niebla para acercarse sin que los intercepte una lancha policial marroquí y los haga volver», dice una fuente no oficial de la Guardia Civil en la zona, y añade: “También han venido en días de muy mala mar, porque en esas rachas de tempestad las lanchas no salen”.
E igualmente, hay repuntes en periodos festivos; la pasada Navidad, sin ir más lejos. También el Ramadán o la Pascua del Cordero al otro lado de la frontera. Cualquiera de las dos opciones es de muy alto riesgo. Nadar entre niebla cerrada o subiendo y bajando olas de agua fría es, siempre, exponerse a acabar enre las tumbas anónimas del cementerio Sidi Mbarek. «El mar engaña mucho», comenta la misma fuente.
Varones de 14 años
La mayoría de llegados a nado superan los 14 años. Todos son varones. Aquellos que se determina de forma inmediata que son adultos -los menos- son sujetos de devolución automática por España a Marruecos. En el caso de los menores, les espera una larga estancia en la saturada red de acogida de Ceuta, a la espera de pasar a la península, donde muchos de ellos tienen parientes.
La ciudad de Ceuta «se alinea con Canarias -explican fuentes del Gobierno ceutí-. Hemos pedido sin éxito la derivación automática, y ágil, de menores inmigrantes a otros puntos y otras administraciones de España».
Ceuta lleva desde mayo de 2023 sin derivar ningún menor a ninguna otra autonomía o al Estado. Actualmente, la ciudad tiene acogidos en su pequeño sistema público a 310 menores. En su mayoría tienen 16 y 17 años.
Es una franja delicada de edad. Llegar a territorio español con 16 o 17 años es ser sometido, sí o sí, a la prueba de determinación de edad mediante examen óseo de la muñeca, no vaya a ser que el individuo sea en realidad un adulto.
A esas edades finales de la adolescencia, lo más probable es que los nadadores lleguen a la mayoría de edad en uno de los centros locales de alojamiento -donde la media de estancia de los menores es tres años-, sin otra perspectiva que salir de ahí e intentar llegar al continente europeo cuando, el día del 18º cumpleaños, les den una documentación provisional y borren sus nombres del sistema de protección de menores.
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