Constantin Henriquez fue el primer deportista negro en colgarse al cuello una medalla de oro en los JJOO. Lo consiguió en rugby durante los Juegos celebrados en París en 1900. Por entonces, el deporte nacido en Inglaterra a principios del siglo XIX apenas era practicado lejos de las islas. Fueron precisamente algunos británicos residentes en Francia los que lo fueron introduciendo poco a poco a partir de 1870 en poblaciones portuarias como El Havre o Burdeos para promoverlo más tarde en las universidades y en la capital gala.
En la década de los ochenta el barón Pierre de Coubertain, un anglófilo convencido, ya estaba pergeñando la idea de reeditar los Juegos Olímpicos de la era moderna. No sabía nada de la existencia del rugby hasta que leyó el libro ‘Tom Brown´s School Day’ de un antiguo alumno del Rugby College Thomas Hughes. Una fugaz visita a la ciudad inglesa de Rugby ya fue lo que le convenció del todo para introducir el deporte del balón ovalado como disciplina olímpica. No lo consiguió en Atenas (1896), pero sí cuatro años más tarde.
Un primer intento fallido en los JJOO
Los datos bailan, según los criterios de búsqueda, pero la llegada de Henríquez a Francia se puede situar en torno a 1893. No cruzó el Atlántico con las manos vacías como se vieron obligados a hacer muchos de sus compatriotas. Haití era un país, y lo sigue siendo en la actualidad, asolado por la pobreza. Él, como hijo de un diputado, pertenecía a las clases pudientes. Había nacido en Port-de-Paix, una zona de la isla convertida en la actualidad un destino turístico de alto standing.
Al llegar a suelo francés, dado su pedigrí, ingresó en el elitista colegio de Albert-le-Grand d´Home antes de acceder a la universidad para estudiar medicina. Al margen de estudioso, Henríquez era un tipo capaz de brillar en cualquier modalidad deportiva si así se lo hubiera propuesto. De hecho, antes de decantarse por el balón ovalado le dio tiempo a ganar el campeonato universitario de salto con pértiga.
Sin embargo, el rugby le tiraba más que el atletismo. Así que en 1894 se incorporó a la disciplina del Olympique de París, un equipo que había nacido ese mismo año para fusionarse en 1902 con el Racing Club, el germen del actual Racing 92 que ha militado la temporada pasada en el TOP 14.
Su entrenador le colocó de delantero con el número 8 a la espalda por su enorme capacidad física. Ya en su primera temporada logró el subcampeonato. Pero todos sus anhelos estaban centrados en acudir a unos Juegos Olímpicos representando a Francia, una posibilidad que en Atenas se le esfumó de las manos después de que los organizadores rehusaran incluir deportes de equipo como era el caso del fútbol o del rugby.
El joven haitiano no se resignó. Si había que esperar otros cuatro años para ver cumplido su sueño olímpico, estaba dispuesto a hacerlo. Eso sí, en otro equipo. El elegido fue el mítico Stade Français, un club que ha conquistado a lo largo de sus historia 14 veces el título liguero. Al principio Henríquez se tuvo que conformar con un subcampeonato logrado en 1898.
Los triunfos más importantes estaban por llegar. Sus actuaciones no pasaron desapercibidas para la Unión de Sociedades Deportivas y Atléticas Francesa (USFSA) que, básicamente, era una federación que trataba de representar a la mayoría de las disciplinas deportivas, sobre todo las relacionadas con el atletismo, pero que también puso sus ojos en el rugby. Dicho de otro modo, era la mandamás en Francia en lo que al mundo del deporte se refiere.
Francia, Inglaterra y Alemania en el debut olímpico
A finales de siglo XIX ya se tenía constancia de que el rugby iba a estar presente por primera vez en su historia en unos Juegos Olímpicos por el inusitado interés del barón Pierre de Coubertain. El noble francés estaba tan convencido de los valores educativos y pedagógicos del deporte del balón ovalado, que se encargó personalmente de promocionarlo en su país, y hasta llegó a publicar en 1897 en la revista Nature un alegato sobre las experiencias que había vivido durante su estancia en la isla.
Francia quería brillar en su propia casa y la USFSA puso todo de su parte para formar un bloque sólido capaz de imponerse a cualquier rival. De forma sumamente cuidadosa fue eligiendo a los mejores jugadores de Racing Club, de Stade Français y del Cosmopolitan Club. Y, claro, Henriquez fue uno de los seleccionados.
A la cita olímpica, además de Francia, acudieron otras dos selecciones: Inglaterra y Alemania. Nadie sabe explicar muy bien cómo se eligieron a los representantes de ambos países. El caso es que los ingleses pisaron suelo francés con un equipo de Birmingham llamado Mosley Wanderers, y por parte de los germanos su representante fue el Frankfurter FC. Por contextualizar un poco el tema, en 1900 no existía ni la selección francesa de rugby, que se creó en 1906, ni la Federación (1920).
Así es más fácil de comprender los problemas logísticos de los galos para confeccionar su selección. La negativa de la USFSA a conceder todo el poder al capitán del equipo, Joseph Oliver, provocó una desbandada de jugadores que no regresaron hasta pocos días antes de empezar la competición. Pese a todo, Francia, que jugaba de blanco con dos círculos de la USFSA entrelazados en la camiseta, debutó ante Alemania con victoria (27-17). Eran los tiempos donde el ensayo valía tres puntos, lo mismo que el golpe de castigo, mientras que una transformación suponía dos puntos y el drop cuatro.
Un éxito de asistencia, pero selecciones sin dinero
La cita siguiente era contra los ingleses. Sus oponentes llegaron muy fatigados. El día anterior habían jugado un partido en su país y durante la noche cruzaron en barco el Canal de La Mancha. Además, desde la costa francesa tuvieron que coger un tren con destino París antes de hacer acto de presencia en el estadio del Velodrome, en Vicennes, una población muy cercana a la capital francesa. Fue coser y cantar para los galos que derrotaron a Inglaterra por un claro 27-8.
No hubo ceremonia de medallas porque el Comité Olímpico Internacional (COI) no reconoció el oro a Francia hasta cuatro años después. Tampoco hubo medalla de bronce. Alemania e Inglaterra compartieron la plata. La explicación es bastante sencilla: ninguna de las dos selecciones tenía el dinero suficiente como para costearse dos semanas más de estancia en París.
A nivel de asistencia el partido fue un completo éxito. Así lo recoge, al menos, la documentación que obra en poder de Wolrd Rugby. En su informe de evaluación de los Juegos Olímpicos, los organizadores afirman que hubo 6.000 espectadores en las gradas del Velodrome, frente a las 2.000 personas que estuvieron presentes en los dos únicos partidos de fútbol que se celebraron.
Y eso que el público parisino tuvo que desplazarse hasta Vicennes. Hasta el alcalde de París, Daniel Mérillon, parecía sorprendido por los logros cosechados por el rugby porque ante tana afluencia de público dijo: “eso demuestra que tiene muchos simpatizantes en París”.
Constantin Henríquez jamás renunció a su nacionalidad
El oro olímpico no hizo que Henriquez abandonara el deporte de balón ovalado. Al contrario. Siguió defendiendo la camiseta del Stade Français durante cuatro años más y cosechando más títulos como el campeonato de liga de 1901 que se uniría el que ya había logrado en 1899. Hasta la fecha, es el único haitiano que ha conseguido subir a lo más alto del pódium, aunque representando a otro país. Haití tiene un paupérrimo balance en las citas olímpicas. Tan solo puede presumir de una plata en atletismo (París 1924) y un bronce en tiro olímpico (Amsterdam 1928).
A principios de 1904 Henríquez acabó su carrera de medicina y decidió volver a su país. Ya nunca más volvió a jugar al rugby de alto nivel. En el Caribe se estilaba bastante más lo del fútbol, así que el 6 de febrero de ese mismo fundó la Union Sportive Haïtienne, el segundo club más antiguo del país solo por detrás del Club Athlétique Cayen.
Su hermano Alphonse, que era abogado y senador, fue quien más le ayudó a llevar a cabo todas sus ideas relacionadas con el deporte y también fue la mano que meció la cuna para que en 1906 se convirtiera en el primer presidente del Comité Olímpico Haitiano, un cargo para el que fue reelegido en 1912. Poco más se conoce de este médico haitiano medallista olímpico y que jamás renunció a su nacionalidad, ni para jugar con Francia. Ni siquiera existe constancia documental de su fecha de nacimiento ni de defunción. Se cree que nació alrededor de 1880 y que murió en Puerto Príncipe, la capital de Haití, el 1 de febrero de 1942.