El caso del asesinato del canónigo emérito de la catedral de Valencia, Alfonso López, cometido entre el 21 y el 22 de enero pasado en un piso del Arzobispado en el número 22 de la calle Avellanas, no deja de enredarse a medida que se conocen los resultados de las pruebas periciales de la Policía Científica. A la duda más que razonable introducida por el informe de ADN, que reveló que en el escenario del crimen había restos biológicos de dos varones desconocidos, además de los de los dos nuevos imputados –el ‘asistente’ y guardaespaldas, por un lado, y el ‘amante’ con discapacidad que hizo venir de Extremadura–, pero ni un vestigio genético del único encarcelado, Miguel V. N., se suman los resultados de los análisis de las huellas dactilares.

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