La piedra artificial se utiliza ampliamente para superficies de cocinas y baños como una alternativa económica al mármol y al granito. Aunque se emplea principalmente para encimeras de cocina, también se usa para tocadores, paredes y pisos. Pero la fama de este material ha crecido hasta tal punto de que se estima que su mercado global tiene un valor de alrededor de 25 mil millones de dólares al año.
Sus ventajas son muchas. Al estar hecha de rocas trituradas unidas entre sí con resinas y pigmentos tiene un gran atractivo estético, y es más fácil trabajar con ella debido a la ausencia de imperfecciones naturales. Y por si fuera poco, también es más resistente a los daños que la piedra natural.
El problema es que entre las personas que trabajan con estas piedras artificiales se está empezando a ver que se produce una enfermedad pulmonar progresiva e irreversible, la silicosis por piedras artificiales. Por ello Australia ya prohibió su uso, suministro y fabricación desde julio de este año. Y los investigadores de un artículo publicado hoy en la revista científica Occupational & Environmental Medicine piden que los gobiernos europeos tomen la misma decisión.
«Esta política de gran alcance -la australiana- es la primera de su tipo en el mundo, y es similar a las prohibiciones sobre el uso de amianto y productos a base de amianto que existen en muchos países del mundo (actualmente 70)», afirman los autores, que insisten en que, mientras llega la prohibición, se deben aplicar legalmente todas las medidas de control posibles para minimizar la exposición de los trabajadores al dañino polvo de sílice cristalina generado durante su fabricación e instalación.
Casos en España y en todo el mundo
Se han notificado casos de silicosis por cálculos artificiales en Israel, España, Italia, Estados Unidos, China, Australia y Bélgica desde 2010. Y aunque en el Reino Unido se ha utilizado la piedra artificial durante un período similar, no se habían detectado casos hasta mediados de 2023, cuando ocho hombres fueron remitidos a una clínica especializada en enfermedades pulmonares ocupacionales.
Los investigadores sostienen que millones de personas en todo el mundo corren el riesgo de desarrollar esta enfermedad como resultado de sus trabajos en minería, canteras, corte de piedra y construcción. Y aunque a día de hoy no hay datos sobre el número de trabajadores expuestos al polvo de sílice, la experiencia mundial indica que es probable que los casos aumenten significativamente en los próximos años, señalan.
Si bien las alternativas, como el mármol y el granito, también generan polvo fino de sílice cristalina cuando se producen y se utilizan, tienen un contenido mucho menor y probablemente estén mejor reguladas, por lo que no se han asociado con un mayor riesgo de silicosis, según los autores. En concreto, la piedra artificial tiene más de un 90% de contenido de sílice en comparación con el mármol (3%) y el granito (30%).
Las dificultades de su prohibición
A pesar de todo, los autores creen que existe cierta resistencia a una prohibición total, citando un artículo publicado en la revista oficial de la British Occupational Hygiene Society (BOHS), que sugiere que los riesgos que presenta la piedra artificial podrían controlarse adecuadamente aplicando los principios de las buenas prácticas de control de la higiene laboral.
«No estamos de acuerdo, principalmente por la naturaleza del peligro que presentan estos materiales y la dificultad de garantizar que todos los empleadores y trabajadores comprendan los riesgos y cumplan las medidas de control necesarias», argumentan los autores.
El hecho de que el mercado de la piedra artificial esté dominado por pequeñas empresas y los grandes fabricantes, en muchas ocasiones, no proporcionen información técnica adecuada, complica aún más las cosas. Pero los autores aseguran que los primeros datos procedentes de Australia sugieren que la prohibición ya ha dado lugar a innovaciones en el sector para desarrollar nuevos productos con un contenido nulo o muy bajo de sílice. Por ese motivo, proponen apostar por una prohibición gradual. Por ejemplo, podría haber una prohibición inicial de los productos que contengan más de un 30% de sílice cristalina e ir aumentando ese porcentaje con los años.
«Incluso tras el cese de la exposición, se ha observado progresión de la enfermedad en más del 50% de los casos a lo largo de [una media] de 4 años. Por tanto, la prevención de la enfermedad es fundamental», subrayan. «En el Reino Unido es necesario un esfuerzo concertado para prevenir la epidemia que se ha visto en otros países. Se necesitan urgentemente directrices nacionales, así como trabajar para enumerar a la población en riesgo e identificar los casos de forma temprana», insisten.