Seguramente porque el periodista gijonés José Ángel Abad está pegado –por vocación y obligación– a la terrenal realidad del mundo, su «directo» a modo de pregón desde el balcón de la casa consistorial, contuvo mensajes potentes. De impacto momentáneo y también de digestión lenta. Es de agradecer el mimo con el que igualó, en apertura de mente e inclusión, Gijón con Nueva York, ciudad en la que trabaja como corresponsal. Todo después de hilar recuerdos de barrio y ciudad. Fue lindo. Pero aún más me caló una enumeración de cambios ante los que hemos de estar prevenidos. No para esquivarlos, sino para afrontarlos y desenvolvernos en ellos.

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