En el recinto de escalada de Le Bourget, algo más allá de Saint-Denis, al norte de París, el sol azota como ningún otro día en estos Juegos Olímpicos. La capital francesa está advertida de una jornada de altas temperaturas, aunque nada que ver con lo que en España, en agosto, se considera calor. Las gorras y las cremas solares se convierten en artículos de primera necesidad, pero no desalientan el entusiasmo.

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