Setenta años y ahí sigue. Buscándose a sí mismo. Lidiando con sus complejos. Sintiéndose valiente en sus frecuentes arranques temerarios. Agarrándose con peligrosa candidez a cualquiera de los líderes mesiánicos que pasaron por un palco tan expuesto a las críticas como seductor y adictivo, Pensando que la vida le debe algo y a veces esforzándose por lograrlo en lugar de esperarlo, Mirando a la historia -que algunos quieren reescribir a su interés– y escuchando con condescendencia a los veteranos que aconsejan paladear con intensidad cada momento. Excesivo en el éxito y el en fracaso. Rebelde sin pausa. Como un eterno adolescente. Ahí está el Córdoba CF, una entidad que vive en la paradoja permanente. Un club inmortal, que tiene entre sus singulares costumbres protagonizar actuaciones memorables -para bien o para mal- coincidiendo con cada decada de su azarosa existencia.

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