La paradoja de las platas olímpicas, en los deportes que se resuelve en una final de uno contra uno, es que quien la gana lo hace perdiendo su última competición. Sirve esta perogrullada para contextualizar la expectación que había sobre qué Carlos Alcaraz aparecería en la sala de prensa de Roland Garros, si un flamante subcampeón olímpico o un hombre derrotado por el mejor tenista de todos los tiempos.

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