El conflicto venezolano volvió a tener a las calles de distintas ciudades como electrizante escenario. María Corina Machado convocó a todos aquellos que sospechan de los resultados electorales que oficialmente le dieron la victoria Nincolás Maduro en el coqueto municipio caraqueño de Las Marcedes. Una multitud la acompañó entre aplausos y la repetición de la consigna «a cobrar», porque, dicen, Edmundo González Urrutia ya ha «ganado» los comicios. Subida a un cambión, Machado asumió de cuerpo presente el liderazgo absoluto de la oposición. A estas alturas de la disputa con el Palacio de Miraflores, González Urrutia, el candidato de la Plataforma Democrática Unitaria (PUD), es un personaje lateral, al punto de que se ausentó de la procesión. El paso por la «clandestinidad» de Machado, por temor a represalias, tuvo la duración de un suspiro. Ella es la heroína del antimadurismo más estridente. Bajo el sol implacable del mediodía, agitó una bandera nacional frente a miles de hombres y mujeres. Invitó a cantar el himno, con una mano descansando sobre el pecho, como si se tratara de la antesala de un partido de fútbol entre selecciones. Pero lo que está en juego es algo muy distinto desde el pasado 28 de julio. «Nunca hemos estado tan cerca como el día de hoy (del cambio). Llego la hora de la transición democrática. Daremos garantías (a los oficialistas). Somos una sola nación. Queremos el reencuentro de la sociedad». También reivindicó el derecho a una protesta que no cesará. «Nosotros no tenemos armas de fuego, es el régimen que ataca a las poblaciones. Salir a protestar pacíficamente no es violencia. No vamos a dejar las calles».

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