«Un cementerio para naves espaciales, un laboratorio científico y un supuesto refugio de criaturas mitológicas». Así definen desde la organización de la Ocean Race, la vuelta al mundo de barcos de vela, el casi desconocido Punto Nemo: una localización concreta, ubicada en medio del océano Pacífico, muy especial. Y es que se trata del lugar del planeta más alejado de tierra firme.

El suelo más próximo está a aproximadamente 2.688 kilómetros en dirección norte, en la isla Ducie (que forma parte de las Islas Pitcairn, un territorio británico de ultramar). En el noroeste el territorio más cercano es la isla de Motu Nui, una de las islas de Pascua. Y por el sur es la isla Maher, que forma parte de la Antártida. Así que si estás en el punto Nemo es probable que los seres humanos que tengas más cerca sean los astronautas de la Estación Espacial Internacional.

En el Punto Nemo –bautizado así por el famoso comandante del submarino Nautilus de la obra de Julio Verne Veinte mil leguas de viaje submarino– la temperatura del agua se acerca al punto congelación, la profundidad es de 3.700 metros y las condiciones del mar son salvajes. Se trata, además, de una región con muy poca biodiversidad, donde apenas viven animales.

«En los años 90, se detectó un misterioso ruido a menos de 2.000 kilómetros al este del punto Nemo. El sonido, bautizado como ‘el Bloop’, era más fuerte que el de una ballena azul, lo que llevó a especular que lo había hecho algún monstruo marino desconocido, y puso nerviosos a los oceanógrafos. Después de mucho temor, la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EEUU) determinó que se trataba del ruido de un iceberg gigante al fracturarse y agrietarse», detallan desde la Ocean Race.

Precisamente los participantes de la vuelta al mundo a vela han tenido un papel importante en la investigación del Punto Nemo. Y es que en los últimos años los barcos de la Ocean Race han recogido muestras en esa zona y han colocando boyas a la deriva en lugares específicos alrededor de esa localización, con el objetivo de recopilar datos para los científicos de todo el mundo. Entre otras cosas, esas métricas han servido para estudiar los microplásticos y poder analizar así la salud del océano.

Un cementerio para las naves espaciales

El punto Nemo no existió hasta el año 1992, cuando el ingeniero y topógrafo croata-canadiense Hrvoje Lukatela utilizó un programa informático geoespacial para calcularlo y marcarlo en el mapa. «Lukatela ni siquiera fue hasta allí, sino que utilizó tecnología para calcular la ubicación exacta. Se dio cuenta de que, como la Tierra es tridimensional, el punto oceánico más remoto debe estar equidistante de tres líneas costeras diferentes», deslizan desde la Ocean Race.

La NASA relata cuál es el protocolo habitual con los cohetes y experimentos científicos que han finalizado su vida útil: «A los satélites viejos les pueden pasar dos cosas: en el caso de los más cercanos, los ingenieros utilizarán el último resto de combustible para reducir su velocidad y hacer que se salgan de órbita y se quemen en la atmósfera. En cambio, los satélites más lejanos se enviarán aún más lejos de la Tierra. Deshacerse de los satélites más pequeños en órbitas bajas es sencillo. El calor de la fricción del aire quema el satélite mientras cae hacia la Tierra a miles de kilómetros por hora. ¡Y listo! No más satélites».

Pero en ocasiones, cuando los objetos son demasiados grandes (estaciones espaciales, naves..) es posible que no se quemen por completo antes de llegar a la Tierra. Para eso existe una solución: los operadores pueden planificar el destino final de sus satélites antiguos para asegurarse de que todos los restos caigan en una zona remota. «Este lugar incluso tiene un apodo: ¡el Cementerio de Naves Espaciales! Está en el Océano Pacífico y es prácticamente el lugar más alejado de cualquier civilización humana que puedas encontrar», añaden desde la agencia estadounidense.

«Su característica más atractiva para los reingresos controlados es que no hay nadie viviendo allí. Por coincidencia, tampoco es muy diversa biológicamente, por lo que se utiliza como vertedero, principalmente para naves espaciales de carga», explicó Stijn Lemmens, experto en desechos espaciales de la Agencia Espacial Europea en Darmstadt, en declaraciones a la AFP recogidas por el portal científico Phys.org.

Pero que no sea una región con una alta biodiversidad no quiere decir que no haya nada. Sin ir más lejos en abril de este año la BBC habló con un explorador inglés que, en su afán de convertirse en la primera persona en visitar cada uno de los ocho polos de inaccesibilidad del mundo, estuvo recientemente en el Punto Nemo. Chris Brown, un gerente de marketing digital de 62 años, y su hijo Mika, de 30 años, consiguieron llegar al lugar y decidieron darse un chapuzón para celebrarlo… Y fueron atacados por un albatros, un ave marina de grandes dimensiones. Aunque sin consecuencias graves, eso sí.

De acuerdo con Lemmens, entre 250 y 300 naves espaciales, que en su mayoría se quemaron al abrirse camino a través de la atmósfera terrestre, acabaron en el Punto Nemo. Desde Phys.org detallan que el objeto más grande en aterrizar allí fue el laboratorio espacial ruso MIR en el año 2001, que pesaba 120 toneladas. Pero ese récord no tardará en caer.

El final de la ISS

La NASA tiene pensando que la Estación Espacial Internacional (ISS) caiga allí cuando deje de estar operativa a principios de la década de 2030. Hablamos de una estructura de 450 toneladas de peso, la más grande jamás enviada al espacio por el hombre, que ha servido de ‘casa’ para los astronautas desde el año 1998 pero que, inevitablemente, está llegando al final de su vida y deberá ser reemplazada.

Como curiosidad, los satélites más lejanos de la Tierra que se deciden enviar a un lugar aún más remoto acaban en una ‘órbita cementerio’, que se encuentra a casi 320 kilómetros de la Tierra más que los satélites activos más lejanos y a 36.000 kilómetros por encima de nuestro planeta. «¿Será este el fin de estos satélites lejanos? En lo que a ti y a mí respecta, ¡sí lo es! Sin embargo, algunos de estos satélites permanecerán en órbita durante muchísimo tiempo. Tal vez algún día en el futuro, los humanos necesitemos enviar ‘camiones de basura espaciales’ para limpiarlos. Pero por ahora, al menos, ya no estarán en el camino», concluyen desde la NASA.

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