El torneo olímpico de tenis tiende a encumbrar a actores a menudo secundarios en el circuito. En la Santísima Trinidad de este deporte, solo Rafa Nadal (Pekín 2008) ha conseguido hasta ahora el oro, una asignatura pendiente para Novak Djokovic que Roger Federer ya nunca podrá aprobar. Andy Murray, toda una vida a la sombra de ellos tres, suma en cambios dos oros (Londres 2012 y Río 2016). Tampoco logró nunca Pete Sampras levantar ese título, aunque sí André Agassi (Atlanta 1996).
Y cómo olvidar el doble oro de Nicolás Massú, un tenista que jamás alcanzó los cuartos de final de un grand slam y que en Atenas 2004 se coronó doble campeón olímpico, en individual y en dobles. O el extrañísimo podio de Tokio 2020, con Zverev, Khachanov y Carreño. No, los Juegos Olímpicos no parecen estar hechos para las leyendas del tenis. Salvo en París.
Porque esta vez, sea cual sea el resultado, todo será distinto. Con Jannik Sinner fuera de juego antes de empezar por una amigdalitis, la final entre Carlos Alcaraz y Novak Djokovic que se disputa este domingo a eso de las 14.00 horas era la que cualquier seguidor del tenis hubiera previsto hace ocho días, cuando todo comenzó. Ese sábado, mientras el serbio apalizaba a Matthew Ebden en la Philippe Chatrier, el español hacía lo mismo unas decenas de metros más hacia el oeste, en la Suzanne-Lenglen, con el libanés Hayi Habib.
24 grand slams frente a cuatro
Y no, no es gratuita la referencia a las pistas. Es un indicativo de la jerarquía de ambos en el tenis. Djokovic, ganador de 24 grand slams, al peso el mejor tenistas de todos los tiempos, tiene la pista central siempre a su disposición. Alcaraz, vencedor de cuatro con apenas 21 años, un récord de precocidad que no estuvo al alcance ni de Rafa Nadal, aspira a heredar el día de mañana esos galones.
Ganar el oro olímpico en París, de nuevo como el más joven de la historia en hacerlo, aceleraría ese proceso, a simple vista imparable, de conversión de Carlos en el tenis del hoy y del mañana. Sinner tiene turno de palabra en esta conversación y quién sabe si llegará en el futuro cercano otro tenista que pida réplica. Pero la realidad es que, hoy, mirando solo el presente, solo Djokovic está a su altura.
La lógica, los resultados deportivos más recientes, señalan a Alcaraz como favorito, tras haber levantado con autoridad los trofeos de Roland Garros y Wimbledon en los últimos meses. El resquicio para la duda, y no es ni mucho menos soslayable, es la obsesión que tiene Djokovic con coronar su inigualable palmarés con el oro olímpico. Ha ganado todos los grand slams y todos los Masters 1000 en varias ocasiones y también tiene una Copa Davis y siete finales de la Copa de Maestros. Solo le faltan los Juegos.
Ni un solo set perdido
«He estado esperando esto durante casi 20 años. He logrado muchas cosas grandiosas en este deporte, pero nunca una final de unos Juegos Olímpicos, estoy muy emocionado», advertía el viernes tras ganar a Musetti. Y su rendimiento en el torneo olímpico acredita que está preparado para el reto. Aunque tanto o más lo está Alcaraz quien, como el serbio, no ha cedido ni un solo set en París.
El histórico entre los dos mejores tenistas del momento está ahora mismo empatado (3-3). En tierra batida también lo está, pues Alcaraz se llevó la victoria en la semifinal del Masters de Madrid en 2022 y Djokovic ganó en esa misma ronda del Roland Garros de 2023. Este año, su único partido frente a frente fue la final de Wimbledon, en la que el murciano pasó por encima del mito: 6-2, 6-2 y 7-6.
«Me he imaginado con la medalla de oro en el cuello, lo he pensado, lo he visualizado, es algo que me ha animado y me ha dado energía para seguir cada día», comentaba tras su victoria en semifinales un Alcaraz que arrastra el desgaste del perseguir el sueño fallido de ser campeón olímpico junto a Rafa Nadal. El individual sigue vivo, vivísimo, en la mejor final que jamás conoció el tenis olímpico. El oro les espera.