El deporte es demasiado cruel. Y pocas disciplinas castigan tanto como la gimnasia, donde no alcanzar la presunta perfección te castiga al purgatorio. Ray Zapata, el gimnasta español, estaba clavando todas sus diagonales. Ante cada una de sus piruetas, ganaba aún más confianza. No se vislumbraban errores. Hasta que llegó la última diagonal. EL doble mortal en plancha. Y en la caída, el pequeño error. El pie izquierdo tocó por unos centímetros la zona azul de la pista, frontera entre el cielo y el infierno para el gimnasta. Los jueces no lo vieron claro. Convirtieron sus largas deliveraciones en una tortura insoportable para Zapata y sus entrenadores. Hasta que emitieron su sentencia. Zapata, el primero en competir, ya sabía que no revalidaría la medalla de plata conseguida en los Juegos de Tokio.

Fuente