Querido Pablo:
Como tantos ilicitanos, paso una parte de mis vacaciones en Arenales del Sol. Más por imperativo familiar que por convicción personal, también he de decir. No me va mucho la playa ni los calores y no soporto las comunidades de vecinos (por favor, vecinos, no os lo toméis como algo personal), pero tengo adolescentes en casa y, ya sabes, las apetencias estivales de un padre están en el penúltimo puesto de la lista solo antes del apartado dedicado al repaso de matemáticas para el próximo curso.
He visto durante mi primer paseo que, fiel a la fe que públicamente profesas y publicitas como parte de tu programa político para Elche, has erigido en mitad del paseo marítimo una nada discreta imagen a la Stella Maris, una versión marinera de la Virgen. A fin de cuentas, como tú mismo has dicho en la inauguración del Centro Municipal de Arenales del Sol, bautizado como «Estrella de los Mares», las instalaciones llevan el nombre de la patrona de Arenales, la Virgen del Carmen, argumento este teológicamente irrefutable y políticamente irrebatible. Mi suegra se llama, también, Carmen. Otro argumento impepinable. Ya lo has dicho varias veces: «Todo el mundo sabía cómo era y que iba a poner un belén en cada esquina».
Yo juraría que, en algún momento de la noche electoral en la que legítimamente te proclamaste vencedor in pectore siendo la segunda fuerza más votada, dijiste algo así como que querías ser el alcalde de todos los ilicitanos. Entendí que habías comprendido que legitima y democráticamente podrías contar con la mayoría política necesaria al sumar a Vox para formar gobierno, pero políticamente eras consciente de que, al menos, un 44% de los votantes, sumando PSOE y Compromís, avalaba las políticas realizadas por la anterior Corporación municipal, lo que se traduciría en cierta prudencia a la hora de interpretar el respaldo social a tu proyecto político de modelo de ciudad y que, en consecuencia, te llevaría humildemente a no hacer tabla rasa durante este mandato llevando a cabo una enmienda a la totalidad.
Seguramente considerarás, yo en parte también, que el tema de los belenes o el nombre de la patrona y la cuestión religiosa, en general, es un elemento cultural e identitario, no solo confesional. Este es precisamente lo cuestionable, si quieres representar a todos, no puedes tomar decisiones políticas motivadas por la fe que libre y legítimamente profesas. Y esto no excluye el reconocimiento público y político de la importancia cultural e identitaria del cristianismo y como religión mayoritaria, pero no desde la fe, eso pertenece a la esfera privada. No creo que en tu proyecto electoral estuviera escrito que las políticas y el modelo de ciudad se iba a basar en la premisa de la existencia de Dios; esta cuestión no se vota. Sin embargo, lo que más me llama la atención por oposición es que el programa electoral sí que estaba basado en la negación del cambio climático o, por lo menos, su irrelevancia. Esto ya no es fe, es ciencia. La decisión sobre el carril bici o el lema de «hacen falta más aparcamientos» ha sido una señal inequívoca sobre el modelo de ciudad. El anuncio desde el primer minuto del desmantelamiento del carril bici de la avenida Juan Carlos I sin alternativa (por muchos inconvenientes que tuviera), sin una reflexión seria y crítica sobre el modelo de ciudad que queremos para el futuro, fue una declaración de intenciones con criterios parecidos a los que te han llevado a colocar la imagen de la Virgen en mitad del paseo de Arenales. No creo que hayas podido interpretar ese mandato de forma meridiana a partir de los resultados electorales.
Creo que la clave está en lo que afirmas de que «mi modelo es Vicente Quiles, Ramón Pastor y Diego Macià, grandes alcaldes con proyectos», no porque no me parezca loable que reconozcas la labor de dos alcaldes socialistas para alejar la idea del sectarismo, sino porque vais siempre con algunos decenios de retraso. Pasa lo mismo que cuando Feijóo reivindica la figura de Felipe González. Ese es el retraso que os convierte en conservadores: la oposición en su momento al divorcio, al derecho al aborto, a las leyes que limitan el consumo de tabaco, al reconocimiento del matrimonio igualitario, a la peatonalización de la Corredora en Elche, etc. Eso sí, pasado el tiempo, una vez que todos disfrutamos de esos derechos, ¡o tempora, o mores!
Me imagino que cuando hablas de proyectos, te refieres a las decisiones que en un momento dado determinados alcaldes tomaron pensando en el futuro de la ciudad, a largo plazo, algunas de ellas incluso con la incomprensión de una gran mayoría social. La movilidad es uno de los retos más importantes a los que se enfrentan las ciudades, relacionado con el cambio climático, que exige el liderazgo de un alcalde que sea capaz de sentar las bases de una ciudad más habitable y, lo más importante, de convencer y explicar a los ciudadanos de su necesidad y de las inconveniencias que puede acarrear la transición en base a los resultados de las ciudades que lo están realizando. Es decir, identificar esos retos comunes y compartidos.
Yascha Mounk en El pueblo contra la democracia, publicado hace pocos años, analizando las causas del auge de los populismos autoritarios y la crisis de la democracia liberal, señala que «la única sociedad que puede tratar a todos sus miembros con respeto es aquella en la que cada individuo goce de derechos individuales basados en su condición de ciudadano no en su pertenencia a ningún grupo particular» y para ello es necesario lo que él llama patriotismo inclusivo, un patriotismo que vas más allá de la etnia y de la religión, que gira en torno a esos proyectos comunes que se centran en los retos compartidos.