León Marchand, Rey Sol de estos Juegos en una Francia que se paraliza para ver flotar a este semidiós acuático, es también humano. Por mucho que su sola presencia haga temblar la mole arquitectónica de La Défense donde clavaron una piscina desmotable, ya sagrada para los parisinos. Marchand, el chico tolosorra de porte angelical que, a sus 22 años, ya ha amontonado cuatro medallas de oro, intuyó ese mal que tantas veces acecha a los nadadores. El del desconcierto ante el sufrimiento de los entrenamientos, las horas en el agua donde la cabeza piensa demasiado, o el peso de un futuro que, al menos él, no veía tan claro. Ese apagón llegó hace tres años. Lo superó. Y ahora puede ser ya considerado un mito del deporte.
Justo después de imponerse en los 200 estilos al británico Scott Duncan y al chino Shun Wang, Marchand abrió los brazos. Como si fuera un mesías, se quedó mirando a un público en éxtasis. La piscina de La Défense se convirtió en un volcán. Incluso Emmanuel Macron, presidente de la República, saltaba como un niño al ver la última hazaña de un héroe que ha puesto a toda Francia de acuerdo en algo. Incluso en el estadio de Saint-Denis, donde se estaban disputando las pruebas de atletismo, todo se detuvo en los poco menos de dos minutos que duró la prueba.
Marchand ganó con 1:54.06. Le sirvió para destrozar el récord olímpico que estableció Michael Phelps en Pekín 2008. Aunque el nadador francés suspiró unos segundos, porque su idea no era otra que romper el récord del mundo, que pudo conservar por los pelos el estadounidense Ryan Lochte (1:54.00) desde que lo batiera en 2011.
La mano de Bowman
En Marchand, todo tiene una explicación. Un motivo. Que a los 18 años encontrara la manera de que le entrenara en la Universidad de Arizona Bob Bowman, el duro preparador que acompañó a Michael Phelps a la gloria, ayudó a explorar sus límites. No pidió ayuda a sus padres, Xavier Marchand y Céline Bonnet, antiguos nadadores de estilos. Simplemente, mandó al histórico entrenador un correo electrónico. Bowman aceptó, y no solo no lo abandonó a su suerte cuando Marchand dio muestras de flaquear, sino que ahora le acompaña en la selección francesa. Cree que aún puede seguir puliendo a una joya para la que parece no haber límites.
Después de ofrecer a París un estreno soñado con su primer oro en los 400 estilos, la gesta lograda la noche del miércoles, cuando dobló los oros en los 200 mariposa y los 200 braza en poco más de una hora, algo considerado no hace tanto «imposible» por entrenadores de prestigio tanto por el escaso espacio de recuperación como por la diferencia de estilos, se evidenció que Marchand iba más que en serio. Para el recuerdo, el viraje y el nado subacuático con el que destrozó al húngaro Milak.
El camino de Phelps
Pero aún le faltaba completar el objetivo que se había marcado, los cuatro oros individuales en los Juegos de París. Lo logró con el triunfo en los 200 estilos, la prueba fetiche de Michael Phelps y que el estadounidense fue capaz de ganar en cuatro Juegos Olímpicos consecutivos (desde Atenas 2004 a Río 2016).
Resulto utópico pensar que Marchand pueda superar algún día los 23 oros olímpicos (13 individuales) de Phelps en su carrera deportiva. Pero, en los Juegos de París, se ha quedado a un palmo de los cinco oros en pruebas individuales de Phelps en los Juegos de Pekín (2008).
Marchand continuó con los puños apuntando al cielo mientras desfilaba por el borde de la piscina. Para él, pero también para Francia, el tiempo se detuvo.