León Marchand, Rey Sol de estos Juegos en una Francia que se paraliza para ver flotar a este semidiós acuático, es también humano. Por mucho que su sola presencia haga temblar la mole arquitectónica de La Défense donde clavaron una piscina desmotable, ya sagrada para los parisinos. Marchand, el chico tolosorra de porte angelical que, a sus 22 años, ya ha amontonado cuatro medallas de oro, intuyó ese mal que tantas veces acecha a los nadadores. El del desconcierto ante el sufrimiento de los entrenamientos, las horas en el agua donde la cabeza piensa demasiado, o el peso de un futuro que, al menos él, no veía tan claro. Ese apagón llegó hace tres años. Lo superó. Y ahora puede ser ya considerado un mito del deporte.

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