Guiñaba un ojo el canario Nicolás García Boissier después de salir de la piscina, y tras afrontar la tercera ronda de saltos sincronizados de trampolín desde tres metros. Adrián Abadía, el mallorquín, estuvo serio durante buena parte de la mañana. La competitividad la lleva en la sangre desde que era un crío. La pareja española, bronce en el último Mundial de Doha en la que fue la primera medalla de siempre en saltos para España, era consciente, sin embargo, que en los Juegos, la cosa cambiaría. Su gran reto era fallar lo menos posible y estar al frente de las parejas terrenales. El gran objetivo era la quinta plaza. Concluyeron sextos.

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