La ley europea que regulará la inteligencia artificial (IA), en vigor desde este jueves, tiene dos caras. Una, celebrada desde Bruselas como una «victoria de la democracia», es la que prohíbe los usos más peligrosos de estas tecnologías y dicta obligaciones para garantizar que no perjudican a los ciudadanos de la Unión Europea (UE).

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