Hugo González de Oliveira, antes de encaramarse sobre el poyete, al que propinó un manotazo, le dio la espalda a la piscina. Quién sabe si quería ver cómo reaccionaba la gente que le observaba. Estaba a escasos minutos de afrontar un momento único, cumbre en su vida deportiva. Tenía atado al cuello ese maldito cartel de «gran esperanza» de una natación española que sólo ha conseguido ocho medallas olímpicas en su historia. Hugo González, desde la calle ocho en los 200 espalda, se dejó el alma, el cuerpo y el corazón. Incluso llegó a los 150 metros rondando la tercera posición. Pero en el último largo, Hugo, al que siempre le vino bien una prueba larga, que siempre supo manejar los tiempos, ya no pudo más. Su marca de 1.55:47, lejos de su mejor registro personal (1:54.51), sólo le sirvió para ser sexto. Como en los 100 mariposa. La gloria se la llevaron esta vez el húngaro Hubert Kos, oro (1:54.26), el arriesgado griego Apostolos Christou, plata (1:54.82), y el suizo Roman Mytiukov, bronce (1:54.85).

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