Ana Peleteiro (Ribeira, 1995) es madre, gran aspirante al oro en el triple salto de los JJOO de París (debuta este viernes a las 18:15 en la clasificación) y antirracista. El orden no importa, porque todas las facetas se manifiestan en ella en el momento preciso. Sin pisar un milímetro de la tabla de batida. Es una de las grandes bazas de medalla de la delegación española después tras regresar de la maternidad y, sobre todo, de disfrutar con su hija Lúa, con un Oro en el Europeo de Roma. “La gente me pregunta si tengo presión después de esto, pero es al revés. Me encuentro mejor que nunca”, afirmaba antes de los JJOO en un acto con Bridgestone, patrocinador que comparte con el también medallista olímpico Saúl Craviotto.
La gallega es un ejemplo para las niñas, a las que pide que “no se censuren y que sean ellas mismas, para luchar por sus sueños”. Ser fiel a las convicciones propias es el objetivo fundamental de una atleta que ha roto las reglas de la discriminación activa que todavía sufren las atletas que deciden tener descendencia. “Un embarazo no es una lesión”, reivindica Peleteiro, quien antes de ganar el bronce en Tokio 2020 ya sabía que lo había conquistado, “porque lo había trabajado a través de la visualización, de modo que terminas por vivir algo que ya has sentido”.
P. Ana Peleteiro llegó al Campeonato de Europa sin apenas preparación, como usted mismo admitió, pero hizo el salto que le dio el oro y que deberá imaginar en París para ser campeona olímpica. ¿Eso cómo se explica?
R. Pues porque hubo una buena preparación de la temporada en general, tú puedes no preparar algo y estar en un gran estado de forma. Eso fue lo que sucedió. No hicimos un pico específico de forma para Roma, porque consideramos que nos podía perjudicar para los JJOO de París. La verdad es que salimos airosos de la apuesta.
P. Solo su marido, Benjamin Campaoré, también atleta de triple salto, y usted, creían realmente que volvería a ser la misma atleta después de tener a su hija Lúa. ¿Por qué?
P. Ana Peleteiro llegó al Campeonato de Europa sin apenas preparación, como usted mismo admitió, pero hizo el salto que le dio el oro y que deberá imaginar en París para ser campeona olímpica. ¿Eso cómo se explica?
R. Pues porque hubo una buena preparación de la temporada en general, tú puedes no preparar algo y estar en un gran estado de forma. Eso fue lo que sucedió. No hicimos un pico específico de forma para Roma, porque consideramos que nos podía perjudicar para los JJOO de París. La verdad es que salimos airosos de la apuesta.
P. Solo su marido, Benjamin Campaoré, también atleta de triple salto, y usted, creían realmente que volvería a ser la misma atleta después de tener a su hija Lúa. ¿Por qué?
R. Mis padres tuvieron miedo, les surgieron las dudas cuando me quedé embarazada. Cuando no existen apenas referentes que hayan regresado de la maternidad, y menos que lo hayan hecho al mismo nivel, tú te planteas: ‘¿Por qué yo sí lo voy a conseguir si no soy mejor que nadie?’. Tampoco les recrimino nada. Si le pasa a mi hija algo similar también tendría mis dudas. Pero al final Benjamin y yo teníamos las cosas muy claras. Remamos en la misma dirección todo el tiempo y por eso estamos hoy aquí.
Para mí la maternidad está siendo maravillosa. Me encanta ser mamá y me encanta ser mamá deportista
P. Esta unión de intereses con su pareja hace más fácil todo. ¿Cómo le ha cambiado la maternidad y cómo compatibiliza ser madre con el deporte de élite?
R. Solo así podemos gestionar la logística de compatibilizar la competición con el trabajo, pero como cualquier otra persona que tiene una jornada de ocho horas diarias. Aunque nosotros somos unos privelegiados, porque no tenemos esa carga laboral, a pesar de que haya épocas que viajamos más, pero es posible. Lo estamos haciendo y lo haría mil veces. Para mí la maternidad está siendo maravillosa. Me encanta ser mamá y me encanta ser mamá deportista.
P. Está claro que hay un tema de fe y confianza en el éxito de Ana Peleteiro, quien se ha confesado creyente. ¿Cómo le ayuda Dios, el destino o lo que considere a la hora de competir?
R. Sí, yo soy creyente. He crecido en la religión cristiana, pero la he llevado a mi terreno, con mi particular forma de ver el mundo. No sigo la Biblia al pie de la letra, las cosas como son, y tampoco creo solo en Dios, también mucho en las energías. ¡Al final terminó con un ‘mix’ de todo en lo que creo y apelo a ellas cuando las necesito!
P. Es decir, trabaja la visualización, como ha comentado en más de una ocasión. Porque la medalla de bronce de Tokio 2020 dijo que usted ya la había vivido. ¿Cómo ha imaginado el salto definitivo en París 2024?
R. Lo mismo que en Tokio, pero un poco más a lo grande. No me gusta tampoco mucho hablar de esto ahora, porque al fin y al cabo son mis armas. No quiero dar más pistas. Son las herramientas que voy a usar para intentar conquistar mi objetivo. Confío mucho en la visualización y en el trabajo que hago con mi terapeuta Rebeca López. Con ella al 100%, de hecho, viene a París a propósito.
Peleteiro ha cambiado el chip gracias al ‘coaching’, que le ha convertido en una competidora sin límites. “Hasta yo mismo me sorprendo de cómo me siento. En los últimos años he reunido un cúmulo de emociones que hacen que saque mi mejor versión”, expresa un atleta que cumple dentro y fuera de las pistas. Lo demuestra el carrusel de compromisos con las marcas que le agotó más que cualquier competición por exigente que sea.
“El aspecto físico es importante, claro, pero hay un factor mental decisivo cuando ya estás allí. Porque en la pista de París el trabajo de preparación está más que finalizado. Compites con todo lo demás. Si no estás bien mentalmente, todo se tambalea”, describe una atleta sensorial, que a veces piensa que está en una simulación por el enorme trabajo de visualización desarrollado para llegar a sus objetivos. Por eso, solo pide “salud” para que la cita olímpica, que para ella empieza este viernes a las 18:00 horas, sea el desenlace de lo imaginado.
P. Habla mucho del equipo que la rodea, donde la figura capital es Iván Pedroso, oro olímpico en Sídney, y maestro también, entre otros, de Jordan Díaz, otro de los aspirantes a estar en el podio olímpico. ¿Cómo es tenerle de entrenador?
R. No se aprende algo nuevo cada día con él, tampoco es para tanto. Tenéis a Iván por las nubes (ríe) y es una persona extremadamente normal. De hecho, es todo lo contrario. Con él reina el cachondeo, aunque es serio cuando la situación lo requiere. Le quita mucha importancia a las cosas y eso es lo que le engrandece como entrenador. Él no se lo cree, cree en el trabajo y en el respeto. Confía sobre todo en la ambición. Eso es lo que nos transmite a los demás. No es cuestión del entrenamiento, la clave del éxito de lo que sucede en Guadalajara (donde entrenan los grandes saltadores de longitud del mundo) es que consigue que tú te lo creas. Lo hace desde la ambición. Hace que no te conformes con el éxito. Eso es algo que aprendí de él, porque en Cuba no te puedes conformar, porque, como dice él, “al día siguiente te ‘botan’”. Tienes 30 años y dicen que eres viejo… De este modo ha conseguido que tengamos siempre sed de victoria.
P. El triple salto de los JJOO de París es una de las bazas de medalla de Oro para España. Una competición muy igualada, más si cabe por la lesión de Yulimar Rojas, su compañera y actual campeona olímpica. ¿Cómo influirá esto en la prueba?
R. La vida son sucesos y hay que cogerlos como vienen. En lo personal me apena no contar con ella, porque obviamente el ir a una competición con una amiga te fortalece, pero en lo profesional tengo que enfocarme en lo mío y en ir a por mi objetivo.
En lo personal me apena no contar con Yulimar, porque obviamente el ir a una competición con una amiga te fortalece, pero en lo profesional tengo que enfocarme en lo mío
P. Por tanto, ¿cree que se puede ser amiga de una rival?
R. No es que lo crea, es que es una realidad. Yo tengo amigas en el atletismo y también en mi prueba. Bien es cierto que si Yulimar no entrenase conmigo no sería mi amiga, pero porque no convives con ella. ¡Tonta sería de no tener una buena relación! Imagina entrenar todos los días con alguien con el que te llevas mal. Sería inviable, aparte de que Yulimar tiene un carácter que es imposible no congeniar. Le tengo mucho cariño. Adora a mi hija y Lúa a ella. Es mutuo. Forma parte de mi historia y me siento muy orgullosa de compartirla con ella.
P. Habla del compañerismo y esa es la clave de la Villa Olímpica, un universo paralelo que lográis configurar los atletas. ¿Cómo describiría su ambiente?
R. Es un campamento de verano, de gente profesional, pero un campamento de verano. Y eso que al final la gente que vamos ahí somos personas ya maduras. Al final entras ahí y ves: camisetas por equipos, diferentes pisos… Me encantó la experiencia en Tokio y estoy deseando repetir.
P. Un ejemplo de multiculturalidad y convivencia, al contrario de lo que promueve aquellos frente a los que tantas veces ha alzado la voz. ¿Le dolería a los racistas ver a Ana Peleteiro ganando un oro en París?
R. Me da igual cómo se sientan los racistas, lo que les debería de doler a ellos es ser racistas, no si yo gano un oro o no.