Apenas diez horas ha tardado Israel en sembrar el caos en Oriente Próximo. Tras meses con el latente temor a una guerra regional, dos ataques en dos capitales han convertido ese miedo en una realidad próxima. El martes por la noche, mientras se ponía el sol sobre Beirut, un avión no tripulado israelí bombardeó un edificio en los suburbios sureños de la capital. Su objetivo era matar a Fuad Shokur, número dos de la milicia-partido político libanés Hizbulá, pero arrasó con la vida de dos mujeres y dos niños. Aún se desconoce si Shokur ha sobrevivido, aunque los indicios apuntan que no. Al cabo de diez horas, Israel atacó de nuevo, esta vez, con más éxito. Otro ataque aéreo en Teherán –sin aún haber sido reivindicado por Tel Aviv– mató al líder político de Hamás, Ismail Haniyeh, y a su guardaespaldas. Ahora, millones de ciudadanos de Oriente Próximo aguantan la respiración ante las inevitables respuestas de las dos milicias y su aliado iraní.

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