El acuerdo entre los socialistas catalanes (PSC) y ERC para desconectar a Cataluña del régimen de financiación común y otorgarle la «soberanía fiscal» («independencia fiscal», en palabras de dirigentes republicanos), de modo análogo a la que disfrutan el País Vasco y Navarra (recaudación y gestión de todos los impuestos en su territorio a cambio del pago de una cantidad o cupo al Estado), asume prácticamente el conjunto de las exigencias que la Generalitat, bajo el Gobierno de Pere Aragonès (ERC), formuló semanas antes de las elecciones del pasado 12 de mayo. A cambio de la investidura del socialista Salvador Illa, el PSOE accede a que Cataluña multiplique sus recursos y su capacidad de gestionar los impuestos mediante un nuevo modelo fruto de una negociación estrictamente «bilateral» entre el Estado y la Generalitat (sin contar con el resto de autonomías). Del texto, conocido ayer, se infiere que el pacto mutilará la contribución catalana a la financiación de las regiones con mayores necesidades y que las primeras consecuencias de ello serán casi inmediatas.

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