Mientras el techo retráctil de la Suzanne-Lenglen se desplegaba sobre la pista, en previsión de las tormentas anunciadas para esta tarde de miércoles en París, Carlos Alcaraz rugía el «¡Vamos!» más sonoro de cuantos han escuchado las instalaciones de Roland Garros estos días. Corría el sexto juego del segundo set y el ‘break’ que motivaba el nadalesco grito dejaba enfilado el primero de los dos compromisos del día.

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