Estaba aún Novak Djokovic con el torso desnudo, recogiendo sus cosas como si con él no fuera la cosa, cuando Rafa Nadal se acercó al centro de la pista. Alzó las manos, pero con el mentón clavado al suelo. Como si quisiera pedir perdón en vez de gracias a la tierra naranja de la Philippe Chatrier, allí donde fue único.

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