El PSOE pretendía con el último pleno “escoba” del Congreso asentarse en el centro del tablero parlamentario. Más allá de retomar la iniciativa y comenzar a dejar detrás el bloqueo legislativo, en la dirección del grupo parlamentario vaticinaban 24 horas del pleno que la conclusión política antes del parón de verano sería que “el PSOE puede pactar todos”. Algunos asuntos con sus socios de investidura y otros, considerados de Estado, con el PP. La conclusión, finalmente, fue justo la contraria. El Gobierno no logró el respaldo del PP para la reforma de la ley de extranjería y el pacto para renovar el CGPJ se convirtió en un espejismo sobre la vuelta de los grandes acuerdos. Los socialistas, además, tampoco lograron cohesionar al bloque de investidura, con el inesperado rechazo de Junts a los objetivos de déficit, paso previo imprescindible para los Presupuestos.
Tras constatarse el nuevo golpe al Ejecutivo desde uno y otro frente, en el PSOE asumían ya con cierta autocrítica la imposibilidad de acercar posiciones con el PP pese a la salida de Vox de los gobiernos de coalición autonómica. “Solo soflamas y crispación”, constataban en la dirección durante la resaca del pleno y coincidiendo con el discurso de Alberto Núñez Feijóo para hacer balance parlamentario, quien pidió el adelanto electoral por la doble derrota en el Congreso el día antes.
“La respuesta del PP es decepcionante”, señalaban fuentes socialistas para preguntarse “de qué les sirve que Vox rompa con ellos si siguen proponiendo lo mismo”. Otras fuentes llaman la atención sobre la necesidad de centrarse en sus socios y evitar llegar a las votaciones sin los acuerdos cerrados. Algo que reconocen complejo porque cada pleno “hay siete en fila pidiendo”. Las dificultades de esta legislatura no se deben solo a que la ajustada aritmética parlamentaria hace necesario el apoyo de todos los socios parlamentarios, sino a que este bloque es más heterogéneo y con intereses cada vez más contrapuestos, como es el caso de Junts y ERC.
El acuerdo del Gobierno con el PP para renovar el Consejo General del Poder Judicial y las negociaciones para extender los pactos a la renovación de otros organismos, como el Banco de España o la CNMV, así como la crisis sobrevenida entre los populares y Vox, llevó a los socialistas a confiar en un cambio del clima. De hecho, algunos dirigentes llegaron a dibujar un escenario de geometría variable, “como en la legislatura pasada con Ciudadanos”.
El intento de jugar a dos bandas para combinar la posibilidad de llegar a más acuerdos con los populares, tras pactar la renovación del CGPJ, y mantener el apoyo de sus socios para la gobernabilidad, no ha tardado en diluirse. El ansiado acercamiento se ha constatado como puntual y el Gobierno ha asumido que deberá centrarse en sus socios para garantizar la gobernabilidad, coincidiendo con el cierre del curso político un año después de las elecciones generales.
Sin cambio de discurso
En el Gobierno predecían “aspavientos” en el PP y una sobrecargar discursiva para gestionar tanto la ruptura con Vox como para “administrar el acuerdo” internamente. Pese a ello, intuían que se abría más margen para el acuerdo. No un giro radical en las relaciones, pero sí más sintonía en asuntos considerados de Estado, comenzando por la política migratoria para reparto de los menores migrantes llegados a la frontera sur.
El hecho de tener que enterrar el intento de retomar la geometría variable permite a los socialistas, sin embargo, no tener que variar su discurso frente al PP. La ruptura de los gobiernos de coalición en las comunidades autónomas con los de Santiago Abascal amenazó con dejar sin discurso a los socialistas, pero ahora se reafirman en que los populares “no necesitan a Vox para hacer política de ultraderecha”.
Renovaciones pendientes
La vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, concluía tras la derrota parlamentaria que “se ha consumado la amenaza de que el PP quiere competir con la ultraderecha” asumiendo sus políticas. “Solo les mueve el acoso y derribo a este Gobierno”, reprochaba para volver a descalificarlos como un partido que habría abandonado su responsabilidad de Estado.
“El PP ha demostrado de nuevo este martes dónde está: anclado a las ideas de la extrema derecha”, subrayaban fuentes socialistas en línea con su discurso de los últimos meses sobre la dependencia del PP sobre Vox. En Ferraz niegan una vez más a Feijóo el “traje de moderado”, mientras se posponen acuerdos que se pretendían cerrar antes de finalizar el mes de julio, como el nombramiento del nuevo gobernador del Banco de España o el reparto de los nuevos vocales de la Junta Electoral Central que, según la ley, debe producirse a los tres meses de constituirse el Congreso.