Algo está pasando en Madrid cuando en cosa de unos meses tres referentes culturales en sus barrios: La escuela de música y danza La Popular en Chamberí, la librería Desperate Literature en Ópera y la distribuidora, editorial y librería Traficantes de sueños en Lavapiés, que se tienen que enfrentar a ventas repentinas de los locales en los que se habían asentado. Tres casos diferentes, resueltos de distinta forma, pero que ponen de manifiesto una misma realidad: Madrid está en venta, pero no precisamente para los madrileños.
A la saturación de unos precios de récord histórico (el metro cuadrado está por encima de los 5.000 euros), hay que sumarle la entrada en juego de una turistificación progresiva del centro en la que muchos locales de barrio, por cumplir con la premisa de tener un acceso propio, han pasado a convertirse en pisos turísticos o, en los casos más sangrantes, lockers guardaequipajes.
La cara B de esta realidad, que consiste en convertir los centros de las grandes metrópolis en minas de oro para la especulación inmobiliaria, no solo expulsa a las familias y a los comercios de toda la vida, sino que también deja fuera iniciativas y negocios culturales en los que reside gran parte de su identidad como barrio.
Escuela de música y danza La Popular, la dolorosa despedida de un proyecto de tres décadas
El caso de la escuela de música y danza La Popular, en la esquina de la calle Trafalgar con la Plaza de Olavide es, probablemente, uno de los más dramáticos de los últimos años. A Patricia Monasterio y Nydia Molina, fundadoras de la escuela, les cuesta encontrar las palabras para explicar lo que ha sucedido. «Todavía no nos lo creemos, nos avisaron con dos meses de antelación, pretendiendo que en dos meses pudiéramos desmantelar un negocio de casi treinta años», cuentan Monasterio y Molina a El Independiente.
En el interior de lo que ha sido hasta ahora la escuela, las aulas a medio vaciar aún conservan unos pocos instrumentos, a algunas de ellas les faltan las puertas y una sensación de desolación inunda cada estancia a medida que sus luces se encienden y apagan.
«Este local fue antes una librería que se llamaba La Popular, por eso quisimos mantener el nombre. Cuando llegamos el sótano estaba asqueroso y el suelo era tierra. No había nada, lo hicimos todo de cero y ahora esfuerzo que habíamos invertido, con un proyecto que nos encantaba y que el barrio amaba, se queda en nada. La gente viene llorando preguntando qué pueden hacer para que no nos vayamos, en la concentración del 3 de julio vinieron más de trescientas personas… Es un drama vecinal», explican.
Ahora, las dos están vendiendo mobiliario e instrumentos a precios de saldo para poder pagar los finiquitos de la veintena de empleados que tenían. «Antes de la pandemia teníamos un remanente para ese tipo de cosas, pero ahí nos lo fundimos todo precisamente para no cerrar. Hemos superado crisis económicas, pandemias, y esto es lo que nos va tumbar. Estamos con una sensación de pérdida total, como si se te muere alguien que no te crees que ya no exista» se lamentan.
Con el cierre, al menos una veintena de personas perderán su empleo y más de 300 alumnos tendrán que buscarse otro sitio para seguir su formación musical. Y es que las esperanzas de continuar o empezar de nuevo son muy pocas. «El concejal ya nos ha dicho que en el barrio no hay nada, que tendríamos que irnos fuera y es que no tiene sentido porque nuestra gente es del barrio. Somos una escuela de barrio».
Las razones de venta no están claras. En un primer momento, la propietaria del edificio les dijo necesitaba que se fueran para vender, de hecho, Patricia asegura que le llegó a decir que ya estaba vendido. Sin embargo, ahora que la publicación del cierre en los medios ha enturbiado las relaciones entre propietaria e inquilinas, les han llegado a decir que ya no quiere vender, pero las quiere fuera igualmente.
«Si no lo va a vender por qué quiere que nos vayamos si no es un problema de renta, siempre hemos pagado. Y si lo ha vendido, no entendemos por qué no nos dice a quién para que podamos negociar». Con poca esperanza, van a esperar a ver cuál es la propuesta del concejal de vivienda, pero la batalla ya la ven perdida. «Nosotras ya no vamos a conseguir nada estoy segura, pero hay que concienciar, porque esto le puede pasar a cualquiera».
Desperate Literature, una librería obligada a mudarse
En la calle de Campomanes 13, un pequeño local muy cerca de Ópera, también lleva habiendo una librería desde hace más de treinta años. Aunque la que está ahora, Desperate Literature, llegó hace diez. «En este espacio ya había una librería antes, y nosotros conseguimos el traspaso en 2014», explica su dueño Terry Craven.
Este pequeño y acogedor local en pleno centro de Madrid es un punto de encuentro literario, especializado en el mercado anglosajón, pero también con presencia de literatura española y una cuidada colección de tesoros para coleccionistas en la que, por ejemplo, hay una segunda edición del On the Road de Kerouac o una pequeña antología firmada y dedicada por Gabriela Mistral.
Con una década a sus espaldas en la que se han consolidado como una referencia cultural en el barrio. «Mi socia Charlotte y yo veníamos de trabajar en Shakespeare & Company (París), donde su fundador tenía la idea de no cerrar nunca y estar siempre abiertos para la comunidad, con actividades, encuentros… Porque no solo vendemos libros. Una librería es uno de los pocos comercios en los que no tienes necesariamente que consumir para pasar un buen rato».
El edificio en el que están, que primero pertenecía a unos particulares, ha pasado de manos entre dos empresas (de las que prefieren no hablar mucho), ahora se vende y tienen que abandonarlo antes del 1 de abril de 2025. «Hace un año y medio nos informaron de que teníamos que irnos. Por eso empezamos una recaudación de fondos entre la comunidad que hemos creado durante estos años y eso es lo que nos va a permitir salvar el proyecto. Después de diez años es el momento de tener raíces firmes, no te pueden echar».
No se van muy lejos, han conseguido comprar un local en La Latina donde podrán seguir siendo Desperate Literature, pero aún no lo ven hecho del todo. «No sabemos cuánto va a costar el proyecto en total, por ahora vivimos el día a día. No puedo pensar en todo lo que significa irse de aquí, porque si pienso en desmontar estas estanterías me pongo a llorar. Es muy difícil trasladar lo que has montado en diez años en solo unos meses. Tenemos un sistema, tenemos proveedores, tenemos que seguir en la misma línea en los pocos meses que tenemos para montar la nueva librería. Va a ser un año complicado, pero después veremos».
En este tiempo en el que su permanencia se ha visto amenazada, aseguran haber recibido un montón de muestras de afecto y cariño. «Lo más importante para nosotros de todo esto es que hemos podido oponer resistencia gracias a la comunidad. Al final una librería es un espacio de intercambio humano, no es un algoritmo para mejorar ventas». También han hecho buena relación con sus vecinos, incluso con los que se presupone que son competencia. De hecho, el dueño de la Librería anticuaria Libros Madrid, confía en ellos para que le cuiden sus plantas.
A otro local histórico de esa misma calle quisieron mudarse en un principio. Un antiguo taller de encuadernación cerrado desde hace tiempo, pero no fue posible por la misma razón por la que se tienen que ir del suyo. «Pensamos que sería muy guay trasladarnos al otro lado de la calle, luego nos enteramos de que el edificio pertenece a un fondo y que lo han reformado para hacer dos apartamentos, pero de momento prefieren tenerlo vacío para que valga más».
Traficantes de sueños, un ejemplo a seguir
En el caso de la librería que Traficantes de sueños tiene en la calle del Duque de Alba, 13, la historia parte de una situación similar, aunque con un resultado muy distinto. De hecho, al hablar con ellos, lo primero que dejan claro es que a ellos nadie les está echando.
Esta librería, editorial y distribuidora, nacida con una vocación social muy ligada al barrio que habita, es algo más de lo que parece. Especializada en ensayo político, en su idiosincrasia tiene muy en cuenta los cambios sociales que están sufriendo ciudades como Madrid y por eso su compromiso con el barrio de Lavapiés, uno de los últimos espacios del centro a los que se puede aludir con esa categoría, forma parte activa de su esencia.
Ellos mismos definen esta como «un espacio de autodefensa legal, lugar de reunión, librería, espacio de debate y formación política, refugio para muchas personas llegadas de los más diversos lugares del planeta. Un proyecto desde donde leer y analizar lo que sucede en el mundo, para comprender el capitalismo y sus dinámicas de exclusión, explotación y muerte».
Su local en la calle Duque de Alba, que comparten con con otras dos iniciativas de carácter solidario: Senda de Cuidados y la Red de Interlavapiés, también se vende. Pero en este caso el proceso ha sido mucho más limpio y bien avenido que en los anteriores.
Desde el principio, aseguran en Traficantes de sueños, «las alianzas que recorrían redes de cristianas de base, autónomos y libertarios, comunistas heterodoxos y muchas personas con un fuerte compromiso político hicieron posible que la propiedad de este local accediese a dejarnos un precio de alquiler muy por debajo del precio del mercado».
Ahora que las propietarias han comunicado su intención de vender, el proceso también ha sido bastante transparente, ya que, aunque «la disyuntiva de la gentrificación sí que ha aparecido, la propiedad nos ha dejado el local de nuevo por debajo del precio de mercado y -aunque es una apuesta ambiciosa- creemos que con la ayuda de todas nuestras redes y su aportación, incluidas las redes financiación ética y solidaria como COOP57, podremos conseguirlo».
En concreto, les piden 1,5 millones de euros que incluye la compra del local y distintas obras de acondicionamiento y mejora del edificio. La intención de Traficantes de sueños es recaudar al menos 150.000 euros, gracias a las aportaciones de la comunidad que han ido creando durante estos diez años de actividad social y literaria, que, sumados a los otros 150.000 que desembolsará el colectivo junto con Senda de Cuidados y la Red de Interlavapiés, servirán como un adelanto para la compra. El resto del dinero (1,2 millones), lo han conseguido gracias la financiación de la cooperativa COOP5, una entidad solidaria que desde 1995 capta ahorros para canalizarlos hacia proyectos que contribuyan a una «transformación social positiva».
Ya han abonado los primeros 50.000 euros de arras y si todo sale según lo previsto la compra se hará efectiva el 31 de octubre de este año. Convirtiendo así un imprevisto que podría haber sido fatal, en una victoria para el barrio. Una demostración de que la libre disposición de la propiedad privada no tiene por qué estar reñida con una forma más humana de entender nuestras ciudades.