La escena resulta entrañable, casi familiar. Puesto que la distancia obliga, como ya veremos más adelante, los componentes del equipo español de tiro conceden una rueda de prensa telemática el mismo día de la inauguración de los Juegos. Y allí, ante la cámara, aparecen dos campeones olímpicos ya veteranos, Fátima Gálvez (37) y Alberto Fernández (41), junto a los que se podrían considerar sus sucesores, pero en la escena podrían pasar por sus hijos, Andrés García (20 años) y Mar Molné (22).
«Contestad vosotros», les animan los dos primeros a los segundos, las leyendas a los novatos, desde Châteauroux, una ciudad ubicada en el corazón de Francia, a dos horas y media en coche de París, en la que se disputan las competiciones de tiro olímpico en estos Juegos, fruto del deseo de la organización de expandir el espíritu olímpico fuera del país.
«Echo de menos estar la Villa y participar en la ceremonia de inauguración, para ellos es un momento muy bonito que se van a perder», lamenta Gálvez, ya en sus cuartos Juegos, sobre sus compañeros debutantes en una reflexión compartida, con el vaso medio lleno, por Fernández, en su quinta participación olímpica: «Te pierdes lo bonito de convivir con el resto de deportistas, pero a la vez aquí estamos más tranquilos para competir«.
«No es momento de reivindicaciones»
En verdad, ambos tienen argumentos más poderosos para el lamento. «Nosotros no tenemos un sueldo por tirar al plato, no somos profesionales como lo son por ejemplo en Italia, aunque le dediquemos tanto o más tiempo que ellos», recuerda Fernández, que regenta con su mujer una empresa de productos deportivos, al igual que la también amateur Gálvez, enfermera. Y también lamenta, aunque «no es momento de reivindicaciones, sino de competir», que después del oro en Tokio, la maldición de los deportes minoritarios, nadie haya reparado demasiado en ellos en los tres últimos años. «Hemos notado un pequeño cambio con la medalla, pero no somos profesionales», desliza Gálvez.
Aquel oro no se repetirá en París, pues la modalidad en la que lo ganaron, el foso mixto, ha desaparecido del programa olímpico. Como no hay mal que por bien no venga, Fernández valora que van a tener «el récord olímpico de por vida», vigentes campeones para la eternidad, y que, aunque ya no comparte entrenamientos y competición con su compañera, sí sigue disfrutando de su convivencia.
Ellos, el lunes; ellas, el martes
Y ahora, separados pero unidos, ambos buscan la que sería su primera medalla en la competición individual de foso, también conocido como ‘trap’. Arrancan este lunes (a partir de las 9.15 horas) ellos, Fernández y García y mañana disputarían la final; lo mismo para ellas, pero con un día de retraso. Ambos veteranos tienen opciones de añadir un nuevo metal a la cosecha española.
Gálvez es quien, sobre el papel, tiene más opciones. Llega a París como número uno del ránking mundial y tras haberse coronado campeona de Europa hace apenas dos meses. La medalla, incluso el oro, no es ninguna quimera, tras haber conseguido diploma tanto en Río (4ª) como en Londres (5ª). Fernández también llega como campeón de Europa en foso individual y con la ambición de acceder a su primera final olímpica, tras quedarse en la fase eliminatoria en sus cuatro juegos anteriores.