Para entender las posibles transformaciones del ensanche de Elche podemos fijarnos en la trayectoria urbanística de Barcelona, que es casi como repasar la historia del urbanismo español. Hay que remarcar que Barcelona fue siempre una ciudad avanzada en materia de urbanismo. Su plan de ensanche de 1858 realizado por Ildefons Cerdà i Sunyer, puede considerarse como el punto de arranque del urbanismo español moderno. El ensanche era una concepción geométrica que partía de los trazados urbanos españoles en las nuevas ciudades de América, y que se elaboraba mediante un damero de dimensiones fijas. La orientación venia marcada por el frente marítimo, mientras que las calles eran de 20 metros y las manzanas de 115 con grandes chaflanes en las esquinas. A ese esquema rígido se superponía unas avenidas que seguían la orientación sur-norte (la meridiana) y oeste-este (el paralelo). Ambas se cortaban en el puerto, centro neurálgico de la ciudad. Una gran avenida Diagonal cruzaba Barcelona desde el ángulo de entrada a la ciudad por la carretera de Madrid hasta la esquina inferior situado junto a la desembocadura del rio Besos. Y una gran calle paralela al mar, la Gran Vía de las Cortes Catalanas, atravesaba toda Barcelona encontrándose con la Diagonal y la Meridiana en la plaza de las Glorias Catalanas donde se formaba un gran nudo urbano nunca resuelto del todo. Como se ve, lo proyectado no era un ensanche era una nueva ciudad: la moderna Barcelona
En los primeros años del siglo XX se le encargó al urbanista francés Leon Jaussely un proyecto metropolitano que integrara el ensanche con los municipios que rodeaban a la ciudad de Barcelona. Será la primera vez que en España se contemplaba la realidad metropolitana. En años posteriores la Generalitat le encargó al GATCPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea) y a Le Corbusier un Plan para el desarrollo urbanístico de «La Nova Barcelona». El llamado Plan Macià concluyó en 1935 y no tuvo efectos prácticos debido a la guerra civil y a su anulación tras el conflicto. Una de las ideas de Le Corbusier era que las manzanas de dimensiones 100×100 metros resultaban pequeñas y que había que crecer hasta lograr manzanas en torno a 300×300 metros. Es decir una nueva manzana agrupaba a nueve manzanas del ensanche pasando de una dimensión de una hectárea por manzana (10.000 m2) a nueve hectáreas (90.000 m2).
Tras la posguerra, y ya en pleno desarrollo se creó el Plan General Metropolitano de 1976 redactado bajo la dirección del arquitecto Joan Antoni Solans. Con una metrópoli de 27 municipios Barcelona se convertía en una de las ciudades europeas más relevantes. Tras el conjunto de actuaciones que modificaron la Barcelona Olímpica del 92 y que por cierto se hicieron sin revisar el Plan Solans, se elaboró una nueva teoría urbanística: el Proyecto Urbano. Eran actuaciones arquitectónicas aisladas que a su vez se tramitaban como modificaciones del Plan General. Con estas ideas de múltiples actuaciones dispersas y con la vialidad del plan se organizaron las magníficas Olimpiadas, tras las que se llegó a una situación de estancamiento de Barcelona. Y dentro de esa situación con poco crecimiento aparecieron los planes de reforma interior.
Los resultados que se pueden obtener son muy atractivos al lograr una ciudad mucho más amable, con una gran parte de calles destinadas al uso peatonal y de ocio.
El Plan de Reforma del Ensanche llamado de las «Superillas» o Supermanzanas consistía básicamente en dejar para el tráfico rodado una de cada tres calles formando una retícula de supermanzanas. El tráfico era tangente a la supermanzana mientras que el interior era para uso peatonal; es decir pasábamos de las manzanas de Cerda a las manzanas de Le Corbusier. Con ello se restringía la vialidad destinada al tráfico rodado a un tercio del total mientras que se liberaba para uso peatonal dos tercios de la vialidad.
¿Cómo podemos aplicar estos conceptos en nuestra ciudad? Pensemos que lo que llamamos nuestro ensanche ni siquiera tiene manzanas cuadradas, carece de la geometría característica de Barcelona y además los sucesivos crecimientos no mantuvieron la orientación de las manzanas. Pero forzando un poco podemos aplicar de un modo genérico la teoría de las supermanzanas dejando una de cada tres calles para uso vial y peatonalizando el resto. Aunque esto no debe convertirse en una norma y habrá que estudiar el callejero para decidir que calles pueden ser peatonales. Hoy ya hay una calle peatonalizada en Carrús, se trata de Olegario Domarco Seller, con una actuación que me parece una magnífica muestra de lo que podía resultar un proceso de peatonalización del barrio. Para ello habría que realizar un Plan de Reforma Interior en el que se contemple la concentración del tráfico en algunos viales liberando otros para uso peatonal.
El modelo de las supermanzana debe ser estudiado minuciosamente, tanto desde el punto de vista legal como desde el punto de vista del tráfico y la movilidad, para comprobar que pueda funcionar. Pero los resultados que se pueden obtener son muy atractivos al lograr una ciudad mucho más amable, con una gran parte de calles destinadas al uso peatonal y de ocio.