La calle Olegario Domarco Seller, en Elche / Áxel Álvarez

Para entender las posibles transformaciones del ensanche de Elche podemos fijarnos en la trayectoria urbanística de Barcelona, que es casi como repasar la historia del urbanismo español. Hay que remarcar que Barcelona fue siempre una ciudad avanzada en materia de urbanismo. Su plan de ensanche de 1858 realizado por Ildefons Cerdà i Sunyer, puede considerarse como el punto de arranque del urbanismo español moderno. El ensanche era una concepción geométrica que partía de los trazados urbanos españoles en las nuevas ciudades de América, y que se elaboraba mediante un damero de dimensiones fijas. La orientación venia marcada por el frente marítimo, mientras que las calles eran de 20 metros y las manzanas de 115 con grandes chaflanes en las esquinas. A ese esquema rígido se superponía unas avenidas que seguían la orientación sur-norte (la meridiana) y oeste-este (el paralelo). Ambas se cortaban en el puerto, centro neurálgico de la ciudad. Una gran avenida Diagonal cruzaba Barcelona desde el ángulo de entrada a la ciudad por la carretera de Madrid hasta la esquina  inferior situado junto a la desembocadura del rio Besos. Y una gran calle paralela al mar, la Gran Vía de las Cortes Catalanas, atravesaba toda Barcelona encontrándose con la Diagonal y la Meridiana en la plaza de las Glorias Catalanas donde se formaba un gran nudo urbano nunca resuelto del todo. Como se ve, lo proyectado no era un ensanche era una nueva ciudad: la moderna Barcelona

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