Cuando el tribunal del ‘procés’ optó por condenar a los líderes independentistas por sedición y abandonó el delito de rebelión, los cuatro fiscales defensores acérrimos de este último delito -Javier Zaragoza, Fidel Cadena, Jaime Moreno y Consuelo Madrigal- se sintieron estafados. No ocultaron -puedo dar fe de ello- que habían sufrido un engaño. Según cuchichearon, Manuel Marchena, presidente de la Sala Segunda y del tribunal de enjuiciamiento, se había echado atrás y les dejó colgados de la brocha al optar finalmente por renunciar a la rebelión -toda la instrucción del magistrado Pablo Llarena se hizo sobre la base de imputar y acusar por rebelión- y condenar por sedición.

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