Lo único que no podía controlarse, la lluvia, se presentó en la ceremonia inaugural de los Juegos de París y empapó de forma inclemente a deportistas, artistas, público y autoridades.
Aunque en los momentos iniciales de la gran fiesta cayó de forma leve e intermitente, tres cuartos de hora después las precipitaciones arreciaron y obligaron a todos los participantes a protegerse con plásticos, si los tenían. Algunos asistentes abandonaron sus localidades cumplida una hora de espectáculo.
En el Trocadero, donde terminará la ceremonia, una de las pantallas gigantes desde la que se seguía el espectáculo sufrió un apagón y se mantuvo en negro.
Los gorros de su uniforme sirvieron de ligera protección a muchos deportistas que avanzaban por el Sena subidos en todo tipo de embarcaciones descubiertas.
Es la primera ceremonia de la historia celebrada en la calle, fuera del estadio. El grandioso espectáculo preparado en las orillas del Sena al paso de los barcos se desarrolló ajeno a la lluvia, aunque deslucido por la cantidad de agua que caía.
Tanto a lo largo del Sena como en el estadio efímero del Trocadero las gradas son completamente descubiertas, con la excepción de una zona reservada a los miembros del COI y a los jefes de Estado y de Gobierno.
Unas 600.000 personas asisten en directo a la ceremonia, 300.000 en gradas y otras tantas desde balcones y viviendas.