Las más altas instituciones y jerarquías del Estado al servicio de una causa personal. Hasta este extremo alcanza la desfachatez y la ceguera de quien ocupa la presidencia del Parlament. Gabriel Le Senne no acudió a una audiencia con el Rey por personificar a la segunda autoridad de la Comunidad, visitó La Almudaina para pedir amparo a la Corona un día después de que el juez le notificara la denuncia y reclamara a la Cámara autonómica el vídeo de su agresión a la memoria de Aurora Picornell.
Le Senne ha querido arrimar a Felipe VI a su partido y a un comportamiento personal que no tiene defensa. Particularmente grave para quien se asigna la pureza ideológica de Vox, una formación que se proclama defensora acérrima y protectora de la Monarquía. Cuatro décadas atrás, Francesc Triay ya tuvo que abandonar la secretaría del PSIB-PSOE por unas palabras desafortunadas al salir de Marivent. Pero eran otros tiempos de mejor exquisitez y sentido institucional.
De ser cierta la comprensión que Le Senne asigna a Felipe VI por su actuación «accidental» tendríamos un problema y un desbarajuste orgánico monumental capaz de arrasar la equidistancia regia. El presidente del Parlament hasta se desautoriza a sí mismo cuando pide que las cosas no se saquen de contexto, porque es difícil descontextualizar una audiencia real en mayor grado de lo que ha hecho él.
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