El «nuevo» Crucificado de la parroquia de Belén podría tener mil nombres. El Cristo Viajero, el de la Cripta o la Sacristía, el del Ostracismo, pues fue guardado en un armario e incluso casi desechado en un reforma. El de la Victoria, porque sustituyó uno o dos años (1939 y 1940, este segundo año seguro) al destruido en la Guerra Civil. Pero el conocido -en las últimas dos décadas- como Cristo de la Torre, ahora cobra vida y, precisamente, esa será su advocación, el Cristo de la Vida. Lo importante es que ha sido recuperado para el culto y el patrimonio -data del siglo XVII y fue tallado en México. Lo trajo desde Tudela el canónigo de esa catedral, Juan Martínez, crevillentino-. Y que a partir de ahora podrá ser admirado en el lateral entre el presbiterio y la sacristía del templo decano de Crevillent, frente al Nazareno de Benlliure.

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