Imagine usted que, justo por cambiar, un día se despierta y se propone ponerse a cocinar como un verdadero neandertal. Pues bien, ¿por dónde empezaría? ¿Qué incluiría en su banquete prehistórico? ¿Alguna ‘delicatessen’ de hace 300.000 años que quisiera probar? ¿Y qué técnicas utilizaría para prepararlo todo? ¿Necesitaría usted alguna herramienta específica para cocinar como un hombre de las cavernas? Un equipo de investigadores del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES-CERCA) se ha puesto manos a la obra y ha puesto a prueba todas las herramientas y técnicas para cocinar como un cromañón de verdad. Y atentos porque sus hallazgos son de lo más interesantes.
Empecemos, pues, por el principio. Los neandertales eran unos homínidos con una dieta extremadamente rica, variada y adaptable. Sabemos, por ejemplo, que cazaban desde grandes mamíferos a pequeñas aves. También eran muy ‘fans’ de las mariscadas de bueyes de mar (unos cangrejos parecidos a los centollos), mejillones, almejas y una gran variedad de peces. Y cómo no, en su día a día consumían gran cantidad de semillas, frutas, verduras, tubérculos y hasta legumbres. En muchos casos, se han hallado restos de estos banquetes prehistóricos en los yacimientos arqueológicos de estas poblaciones. En otros, hasta se han encontrado restos de estas comidas en el sarro dental de ciertos individuos (el equivalente a un ‘paluego’ pero que ha perdurado durante decenas de miles de años).
Los neandertales comían carne, marisco, pescado y legumbres y, además de restos arqueológicos, también se han hallado ‘paluegos’ que lo atestiguan
Ahora bien, ¿cómo se las apañaban exactamente para cocinar todos estos alimentos? ¿Se los comían enteros o los cortaban a cachitos? ¿Era un proceso fácil o algo laborioso? ¿Y después qué hacían con todos los ingredientes? ¿Los echaban al fuego sin más, como cavernícolas, o los preparaban minuciosamente para que fueran más sabrosos y más fáciles de comer? Para responder a todas estas preguntas, la investigadora Mariana Nabais y su equipo intentaron replicar el proceso desde cero para «entender los desafíos de la cocina neandertal» y «crear una conexión tangible con su vida diaria así como sus estrategias de supervivencia». Los resultados se relatan en un artículo publicado este miércoles en la revista ‘Frontiers in Environmental Archaeology’.
Cuchillos de piedra
El primer paso de este curioso experimento fue, cómo no, poner a prueba las famosas láminas de sílex (el equivalente a los cuchillos de aquel entonces) que se han encontrado en múltiples yacimientos y que, según creen los expertos, eran una parte clave de las ‘cocinas’ neandertales. Según relata Nabais, la técnica para descuartizar animales con estas herramientas requería una precisión y una fuerza mayor de la que podríamos creer. «Las láminas de sílex eran más afiladas de lo que pensábamos y requerían un manejo muy cuidadoso para realizar cortes precisos sin lastimarnos los dedos», relata. Esto, por lo tanto, indica que los cocineros neandertales, además de fuertes, debían ser muy meticulosos y extremadamente cuidadosos.
Una vez testadas las herramientas, el siguiente paso fue poner a prueba las técnicas de cocción. Para ello se recogieron cinco aves silvestres muertas por causas naturales en el Centro de Ecología y Vigilancia de la Fauna Terrestre de Gouveia, en Portugal. Más concretamente, se seleccionaron dos cornejas negras, dos tórtolas turcas y una paloma torcaz porque, tal y como recalcan los investigadores, «son especies similares a las que comían los neandertales». Dos aves se descuartizaron crudas y después se cocinaron y las otras tres se cocinaron primero y trocearon después. Este proceso desveló un par de curiosidades que, al menos hasta ahora, no se habían explorado en la literatura científica sobre cocina neandertal.
«Pasamos más tiempo preparando las brasas que en la cocción propiamente dicha, que duró menos de diez minutos»
«El proceso de cocinar fue mucho más rápido de lo que esperábamos», comentan los investigadores que han liderado este trabajo. «Pasamos más tiempo preparando las brasas que en la cocción propiamente dicha, que duró menos de diez minutos«, añaden. En el proceso también observaron, por ejemplo, que las aves previamente desplumadas y troceadas se cocinaban más rápido. El estudio de los huesos cocinados desveló ciertos cortes y marcas que coinciden de pleno con algunos restos de encontrados en yacimientos arqueológicos y que, por lo tanto, sugieren que la cocción de las carnes era algo bastante habitual. Pero esto solo es el principio ya que, tal y como ha anunciado este equipo de científicos, en un futuro prevén «ampliar aún más estos experimentos» para entender mejor cómo cocinar como un verdadero neandertal.
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