El sueño repara para nuestro cerebro, pero en exceso también puede estropearlo. Dormir mucho es un factor de riesgo de deterioro cognitivo mayor que dormir poco, según concluye un metaanálisis –un estudio que analiza otros trabajos científicos– que publicado hace 6 días en la revista “Neuroscience & Biobehavioral Reviews”. Según los investigadores, de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong (en Wuhan, China), los resultados revelaron aumentos significativos en el riesgo de deterioro cognitivo cuando el sueño es de 10 horas de duración, al igual que cuando es de 4 horas.
Los autores del metaanálisis (Qing Yang et al, “Prolonged sleep duration as a predictor of cognitive decline: a meta-analysis encompassing 49 cohort studies”) analizaron 55 estudios de 14 países (36 estudios centrados en la duración del sueño, 20 en el insomnio y 13 en la hipersomnia). Se incluyeron cerca de 11 millones de participantes en 49 estudios de cohortes con una duración media de seguimiento de 9,1 años. “Nuestros metaanálisis han demostrado que tanto el sueño de larga duración como el de corta duración elevan el riesgo de deterioro cognitivo en comparación con el sueño moderado –explican los científicos–. Los resultados revelaron aumentos significativos en el riesgo de deterioro cognitivo tanto a las 4 como a las 10 horas de duración del sueño. Se observó que la larga duración del sueño se asocia con un mayor riesgo en comparación con la corta duración del sueño, aunque con una estimación imprecisa. Esto sugiere que el sueño prolongado puede funcionar como indicador o precursor del deterioro cognitivo”, añaden.
Esta es una de las ideas más discutidas de esta cuestión: ¿el exceso de sueño es causa (precursor) de deterioro cognitivo o es simplemente un síntoma más (indicador) de este trastorno? Los autores insisten en que tanto las duraciones largas como las cortas del sueño se asociaron con un riesgo elevado de deterioro cognitivo en comparación con la duración moderada del sueño, establecida por la mayoría de estudios entre 7 y 8 horas. La hipersomnia y el insomnio también se relacionaron con un mayor riesgo. Además, la duración prolongada del sueño planteaba un mayor riesgo de deterioro cognitivo que la duración estable del sueño.
Esta asociación de riesgos, apuntan los autores, está vinculada al grado de cambios en la duración del sueño, por lo que consideran importante tener en cuenta “los cambios en los patrones de sueño a lo largo del tiempo, no solo la duración estática del sueño”, subrayan.
Monitorización
El pasado viernes, al día siguiente de publicarse este estudio chino, “Nature Medicine” publicó otra interesante investigación sobre el sueño, esta vez realizada por científicos estadounidenses. Analizaron patrones de sueño y riesgo de enfermedades crónicas mediante monitorización a largo plazo con dispositivos electrónicos portátiles de uso común, conocidos como “wearables”, tales como pulseras de actividad y relojes inteligentes. El estudio siguió a 6.785 participantes (el 71% mujeres), con una media de edad de 50,2 años y durante un periodo de tiempo medio de 4,5 años.
Los investigadores descubrieron que el sueño con movimientos oculares rápidos (sueño R.E.M., por sus siglas en inglés) y el sueño profundo se asocian inversamente con las probabilidades de sufrir fibrilación auricular (la arritmia cardiaca más frecuente), y que el aumento de la irregularidad del sueño se asocia con mayores probabilidades de padecer obesidad, hiperlipemia (niveles elevados de grasas en la sangre), hipertensión, trastorno depresivo mayor y trastorno de ansiedad generalizada.
Los hallazgos de estos investigadores –de la Escuela de Medicina de Yale, del Centro Médico Vanderbilt y de Google en California– muestran que “las etapas, la duración y la regularidad del sueño son factores importantes asociados con el desarrollo de enfermedades crónicas y pueden informar recomendaciones basadas en evidencia sobre hábitos de sueño saludables”, recalcan.
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