Los recientes viajes del primer ministro de Hungría, Víktor Orbán, a Rusia, China y a EEUU para verse con los presidentes Vladímir Putin y Xi Jinping, y con el aspirante republicano a la Casa Blanca Donald Trump no han sentado nada bien en la UE. Prácticamente todos los líderes europeos han reprobado en público unas gestiones que Budapest ha presentado como una «misión de paz» y que no obedecían a ningún mandato de la Unión. Sin embargo, los Veintisiete mantienen diferencias sobre la conveniencia o no de sancionar al Ejecutivo húngaro, que en estos momentos ostenta la presidencia de la Union, tal y como ha quedado constado en la reunión que han mantenido los ministros de Exteriores comunitarios en Bruselas.
A su llegada a la capital belga, la ministra alemana Analena Baerbock ha enfatizado que era Josep Borrell el encargado de representar la política exterior de la UE y nadie más, y que era de esperar que «los viajes para alimentar el ego» del líder húngaro hubieran irritado de sobremanera. A muchos en la Unión. Xavier Bettel, ministro de Exteriores de Luxemburgo, ha considerado en cambio que era necesario mantener el diálogo con Budapest, una opinión que su homólogo español, José Manuel Albares: España «no es favorable a un boicot». El representante húngaro, Péter Szijjártó, no ha escatimado calificativos contra sus colegas ante los micrófonos de su país, y ha calificado de «histéricos» los ataques recibidos que, además,según su opinión, «ignoran los hechos». Ya durante el transcurso de la reunión, el húngaro ha asegurado: «hay aquí algunas mentiras pesadas; nadie pudo citar ni una frase del primer ministro diciendo que representa o habla en nombre de la UE».
Boicot o reducción de rango
Entre las ideas que se están debatiendo se halla el boicot o la reducción del rango de una reunión ministerial de Exteriores y Defensa que debía celebrarse en Budapest a finales de agosto. «Han pensado en una venganza fantástica», ha respondido el ministro irónicamente, al tiempo que ha calificado la idea de «infantil».Hasta el momento siete países comunitarios (Dinamarca, Suecia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia) han anunciado que no enviarán ministros a los consejos informales de Budapest. La Comisión Europea, por su parte, ya ha anunciado la semana pasada que, debido a esos viajes «sin mandato» de Orbán, no enviará a sus comisarios a las reuniones informales que tengan lugar en Hungría durante la presidencia del país centroeuropeo. El jefe de Gobierno ultranacionalista húngaro es considerado el Ejecutivo comunitario mejor aliado tanto de Vladímir Putin como de Trump.
Otro de los contenciosos que mantiene abiertos Budapest con sus socios comunitarios hace referencia a la detención de los suministros de hidrocarburos del gigante ruso Lukoil desde Rusia atravesando territorio de Ucrania después de que el Gobierno de Kiev incluyera a la compañía en su lista de empresas sancionadas. Tanto Hungría como Eslovaquia, otro país gobernado por dirigentes próximos al Kremlin también afectado por el corte de las importaciones, han elevado a la Comisión Europea una petición de mediación con las autoridades de Kiev, institución a la que han concedido un plazo de «tres días» para que resuelta la disputa. Pasado este lapso de tiempo «acudiremos a los tribunales», ha advertido Szijártó.
A pesar de las sanciones, Rusia continúa exportando gas y petróleo a ambas naciones sin costa marítima gracias a una excepción concedida por la UE para darles más tiempo a encontrar una fuente alternativa de energía. El primer ministro eslovaco, Robert Fico, ha querido recordar a Ucrania que su país había ayudado a prevenir la penuria energética debido a la guerra, y ha prometido que su país no sería «rehén» de las relaciones entre Moscú y Kiev. El veto de Ucrania no afecta a otros países cuyo suministro sigue transitando por la nación eslava.