Parecía que este verano estaba dando un respiro. No llegaba el calor sofocante al asfalto madrileño y muchos respiraban tranquilos con esas temperaturas máximas de 30ºC en una ciudad que se instalaba cada jornada de los últimos julios y agostos a los 40ºC. Incluso soplaba un agradable aire por las noches y se podía dormir sin ventilador y con una fina sábana.

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