Hasta Kamala Harrisnunca había llegado a la vicepresidencia de Estados Unidos una mujer, ni una persona negra y, además, con raíces en Asia (su padre es de Jamaica y su madre de la India). Ahora, tras la renuncia de Joe Biden a la candidatura demócrata para las elecciones de noviembre, y con el “apoyo y respaldo total” del presidente a que ella sea la nominada, la antigua fiscal y senadora de California, de 59 años puede mirar a otro hito: la oportunidad de convertirse en la primera mujer presidenta del país.
Es algo que acarició y no logró Hillary Clinton que, como tendrá que hacer potencialmente Harris, se midió en 2016 con Donald Trump. Entonces la demócrata ganó el voto popular pero no el colegio electoral.
Sin certeza ni consenso
Que Harris sea la nominada no es una certeza, pero en este domingo histórico cobraba fuerza como la mayor probabilidad y, también, como la opción preferida de destacadas voces demócratas. El consenso, en cualquier caso, no existe. Y aunque tras el anuncio de Biden y su respaldo llegaron otros apoyos a la vicepresidenta, hubo algunas voces influyentes que abrieron espacio a que aparezca otro nominado.
Entre los apoyos más destacados llegó precisamente el de Hillary Clinton y el expresidente Bill Clinton, que en un comunicado se declararon “honrados” de sumarse al respaldo de Biden a Harris y prometieron hacer todo lo que esté en su mano para ayudarla. “Es el momento de apoyar a Kamala Harris y pelear con todo lo que tenemos para que sea elegida. El futuro de EEUU depende de ello”, afirmaron.
Lanzaban también su respaldo a la candidatura políticos como la senadora Patty Murray, que hablaba de “un nuevo principio para nuestro partido y nuestro país” o Pramila Jayapal, líder de los congresistas progresistas en la Cámara Baja. Y lo hacían también figuras como el reverendo negro Al Sharpton: “Será imperativo para los estadounidenses, y especialmente los hombres negros, apoyarla en este momento histórico”, decía.
Silencios y alerta
Frente a ellos, hubo silencios respecto a Harris destacados, como el de Barack Obama y el de Nancy Pelosi (una estratega nata que ha abogado por abrir el proceso antes de la convención con la clara intención de alejar la idea de una coronación antidemocrática). Y hubo algo más que silencio de grandes donantes como Reed Hastings, el cofundador de Netflix y megadonante importante para los demócratas, que en unas declaraciones a ‘The New York Times’, Hastings decía que en la convención “los delegados demócratas necesitan elegir a un ganador de un estado bisagra”.
California, el estado de Harris, no se cuenta entre esos lugares donde se deciden elecciones, un mapa que este año se reduce a Arizona, Nevada, Georgia y, sobre todo, Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Pero ya antes de la renuncia de Biden se ha especulado mucho con que, si Harris acaba como candidata, pueda elegir para acompañarle en el ticket a alguien que refuerce ese flanco: sobre todo el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, pero también Andy Besheaar, jefe del ejecutivo del muy conservador Kentucky y con buenos índices de aprobación entre independientes, moderados y hasta republicanos.
Declaraciones como la de Hastings daban sentido a alertas que han lanzado voces progresistas como la de la representante Alexandria Ocasio-Cortez, que hace unos días, reiterando su apoyo a Biden, decía que las élites querían no solo forzar a retirarse al presidente sino circunvalar a Harris.
Ataque republicano
Si Harris es finalmente la nominada puede dar por seguro una campaña de asalto y ataque sin tregua de Trump, su candidato a vicepresidente, J.D. Vance, y todos los republicanos. Además de insultos como el “loca” que Trump lanzaba este sábado en un mitin, la retratan como una radical de izquierdas, algo que no coincide con un historial centrista tanto como fiscal como en el Senado. También la atacan como la “zar de inmigración”, junto con la inflación el tema que más preocupa y moviliza a los conservadores y donde se culpa de todos los males a la Administración.
Para la campaña de Trump, en cualquier caso, una candidatura de Harris puede ser especialmente complicada dado el papel central que la vicepresidenta ha tomado a la hora de defender los derechos reproductivos y el aborto, un potencial movilizador a favor de los demócratas. Y aunque sus tres años y medio en el cargo han estado marcados por grises, en el último año ha logrado mostrarse como un activo no solo para conectar con mujeres sino también con jóvenes y minorías, partes clave del electorado para noviembre.