La figura de Eusebia de Armas Almeida (1878-1960), dama guiense relevante en la segunda mitad del pasado siglo XX por favorecer la expansión educativa que protagonizaron los Salesianos durante dieciséis años en un edificio de admirable singularidad arquitectónica, obra de Fermín Suárez Valido, ya cuenta con su primera biografía en formato libro. Con el respaldo del ayuntamiento norteño, a través de la concejalía de Cultura, será presentada el miércoles día 7 de agosto en el teatro Hespérides de Guía, con la firma de Sergio Aguiar y el sello de la editorial Edigeca.
Una vez más la tenacidad investigadora del autor, no exenta de rigor, según acreditó con otros títulos anteriores relacionados con personajes locales de proyección nacional e internacional como José Samsó, Rafael Almeida o Miguel Santiago, pone a disposición de los lectores una ingente documentación a lo largo de más de quinientas páginas, ilustradas con centenares de fotos de la época. Históricas unas, entrañables otras, valiosas todas.
La abundante bibliografía y los archivos consultados (Diario de Las Palmas y LA PROVINCIA, entre otros), así como el listado de agradecimientos que enumera, definen una ardua labor y empeño de Sergio Aguiar por mostrar el perfil posible y más completo de la personalidad femenina, eje central de su trabajo.
Consta que la congregación salesiana de Las Palmas y su archivo de Sevilla, coordinado por el secretario del Consejo Inspectorial, Alberto Payá Rico, no regatearon para este libro su ayuda, con imágenes y datos, contribuyendo así al mejor conocimiento de su relación con Eusebia de Armas Almeida, tras llamarles ésta para regentar el colegio denominado María Auxiliadora, inaugurado en 1955. Una veintena de años después la comunidad religiosa se vio forzada a abandonarlo en 1971. Del archivo de la comunidad religiosa proceden precisamente unas fotos que hasta hoy se desconocían por no haberse divulgado, correspondientes al momento en que se levanta el monumental edificio bajo la supervisión del arquitecto Suárez Valido.
Después de las múltiples indagaciones que le han llevado a esta publicación, Sergio Aguiar confiesa una sorpresa llamativa con la figura principal objeto de su estudio en la obra:
«Destacaría la ingenuidad de doña Eusebia en un mundo de hombres, la mayoría con sotana, que le decían una cosa y luego hacían la contraria. Ella es una de las mujeres de la época en que éstas tenían poco protagonismo. Su figura ha permanecido en la memoria colectiva por su legado en el ámbito educativo».
Ratifica que las fuentes para elaborar esta biografía, como cualquier otro trabajo similar, las encontró en archivos públicos y privados, así como en bibliotecas, donde son fundamentales las hemerotecas. «No obstante –puntualiza- hay muchas lagunas en la vida de doña Eusebia en este texto. No hemos podido consultar la documentación familiar que en su momento se llevó la diócesis de Canarias en su condición de heredera; a pesar de haberle pedido colaboración para ello, aún seguimos esperando respuesta».
Pugna por una herencia
La lectura de la biografía permite comprobar cómo el autor sortea –a diferencia de otros historiadores o biógrafos- la tentación de juzgar determinadas decisiones –a veces polémicas-, o conductas que marcan el devenir de los acontecimientos.
«Yo no tengo formación de historiador –recuerda Sergio Aguiar-. Soy filólogo y técnico de archivos, no efectúo una interpretación de lo sucedido. Lo que hago es recopilar la máxima información sobre unos hechos o un personaje, para exponerlos normalmente de manera cronológica, de modo que los interesados en el tema obtengan sus propias conclusiones al leerlo».
Su relato cobra interés especialmente en los apartados que dedica a la lucha soterrada (a veces no tan soterrada) entre la comunidad salesiana de Don Bosco y la jerarquía episcopal de Canarias. Una etapa salpicada por intrigas y forcejeos en torno a la fortuna y legado de Eusebia de Armas Almeida, antes de sufrir ésta un ictus y acabar falleciendo en 1960 a los 82 años. La tensión, lejos de remitir, se agudizó tras ser enterrada ella en la cripta del colegio María Auxiliadora que había construido, y después de unas espectaculares pompas fúnebres presididas por el obispo Pildain. Según testimonios, una política económica de extrema austeridad y recursos, impuesta por la administración diocesana a los salesianos del centro guiense –sumada a otros factores- impulsaron la retirada definitiva de éstos, al igual que había ocurrido poco tiempo antes en Teror con la misma comunidad religiosa.
Interrogado el biógrafo sobre un elemento concreto y objetivo que inclinara a la destacada dama a proporcionar todo su legado a la diócesis canaria en detrimento de los salesianos, que eran su querencia inicial, responde: «Doña Eusebia fue una mujer muy religiosa. Sin duda se dejó llevar por el cura de Guía, Bruno Quintana, que como él mismo indica en sus memorias, le recomendó que hablara con el abogado del obispado, Antonio Limiñana. La administración de los bienes de doña Eusebia era asunto algo goloso indiscutiblemente por su importante valor económico, sus joyas, sus fincas en Guía y en Agaete, el propio colegio y sus fincas adyacentes».
La publicación editorial recoge que en el año 2003 se hizo una tasación por parte de un estudio de arquitectos de Las Palmas, para revelar que el valor del edificio era de 344 millones de las antiguas pesetas, importe equivalente a 2.072,289 euros; reformarlo costaba 240 millones, que significarían 1.145.735 euros. Mientras que el beneficio de urbanizar las tierras adyacentes se estimaba en 370 millones de las mismas pesetas, es decir, unos 2.228.915 euros. Todo esto independientemente de los paquetes de acciones que poseía en varias entidades y diversas joyas, más otras superficies de cultivo e inmuebles del Valle de Agaete.
Antonio Pildain, obispo de la época, Antonio Limiñana, abogado de la diócesis, Bruno Quintana, párroco de Guía y Manuel Hernández, procurador local de los Tribunales tuvieron un rol elocuente en esta historia. También más tarde, el prelado Infantes Florido, al marchar los salesianos. Durante aquella oleada de presiones del momento, uno de los coprotagonistas había susurrado a los oídos de Eusebia de Armas Almeida la amenaza de otra posible ley Mendizábal. Una observación traída en el instante para impedir que ella decidiera legar íntegramente su patrimonio a la comunidad religiosa.
«En realidad Rafael Cabrera, abogado de doña Eusebia, había fallecido y por eso se puso en manos de Limiñana por recomendación del cura de Guía –precisa Sergio Aguiar-. También se vio influenciada por sor María del Camino, general de la congregación Misioneras Parroquiales, y por una conversación que tuvo con monseñor Ángel Sagarmínaga Mendieta. Éste le indicó, según Bruno Quintana, que «el Obispado es la única entidad que permanece estable en medio de los vaivenes de las tempestades sociales o políticas, y en las revoluciones de este estilo en las que suelen usurpar los bienes de la Iglesia. Cuando las cosas vuelven a la normalidad, el obispado reclama sus bienes usurpados y, por lo general, se los devuelven, pudiendo seguir cumpliendo los fines benéficos para los que fueron legados, cosa que no suele ocurrir con las comunidades religiosas».
El lector puede echar de menos el punto de vista actual de la diócesis, pese a resultar victoriosa en la pugna patrimonial y ser la única beneficiaria de la herencia. No parece culpa del autor la omisión, que ha lamentado su intento infructuoso por lograr la colaboración de la jerarquía eclesiástica.
No obstante, Sergio Aguiar se permite ahora destacar al respecto que «en Guía hubo un grupo de personas que, cuando los Salesianos abandonan el centro en agosto de 1971, se posicionan en contra del ayuntamiento por obtener de la diócesis el arrendamiento del colegio María Auxiliadora, a cambio del abono municipal de 25.000 pesetas mensuales. Entendían que no se estaba cumpliendo con la voluntad de doña Eusebia. En el papel beligerante sobresalieron el concejal y procurador Manuel Hernández y el abogado Miguel García Lorenzo. Publicaron en la prensa del momento, en LA PROVINCIA y Diario de Las Palmas, artículos sobre la cuestión. La diócesis replicó, y en el libro se reproducen los argumentos que la institución eclesiástica vertió públicamente. Por lo tanto, su versión de entonces queda reflejada de esa manera».
La contestación de la diócesis a la que se alude apareció en el rotativo LA PROVINCIA con fecha 24 de diciembre de 1971, suscrita por Juan Ramírez Valido, canónigo maestrescuela y administrador general de los bienes de la diócesis, y por Antonio Limiñana López, abogado de la entidad obispal. Entre otras afirmaciones categóricas advierten que «el patrimonio de doña Eusebia de Armas y todos sus ingresos, ha estado y estará vinculado a la labor docente encomendada por la testadora a la diócesis de Canarias, en la forma que el señor obispo disponga para el mejor aprovechamiento de los acogidos, tanto en el orden intelectual como en el espiritual».
Ha ocurrido luego que la realidad fue moldeada en ocasiones en sentido divergente a la voluntad de la testadora, documentada por sus beneficiarios. Hasta el día de hoy ha seguido presentando distorsiones. De hecho, el Cabildo de Gran Canaria y la misma diócesis ya acordaron y suscribieron el compromiso de rehabilitar el centro María Auxiliadora para uso sociosanitario, no para fines docentes.
Aunque se abstiene de hacerlo en el libro de referencia, ahora Sergio Aguiar no elude valorar el acierto o error de Eusebia de Armas Almeida, viuda y sin hijos, al legar todo –incluida la casona de su residencia privada- a la diócesis de Canarias, teniendo en cuenta el estado, precario o calamitoso en algún caso, de lo que fue un gran patrimonio en otros tiempos: «Yo creo que habría sido un acierto si se hubiese aplicado el espíritu de su legado, que no era otro que la educación de niños pobres. Está claro que no se cumplió a partir de 1971, año en que los salesianos se fueron. Pienso que el pragmatismo político del Ayuntamiento y la dejación del obispado de entonces, triunfaron frente a la voluntad de doña Eusebia».
Rechaza por último que el encargo del libro por el ayuntamiento guiense haya condicionado su libertad investigadora y la redacción en los términos que se publica:
«La propuesta de abordar estudios biográficos de personajes del municipio de Guía la formulé años atrás a la concejala de Cultura, Sibisse Sosa Guerra, que apoyó la iniciativa sin ningún tipo de reparos, y desde luego no me ha condicionado para nada su respaldo. Los hechos son los que son, sin trampa ni cartón, y mencionando en todo momento las fuentes documentales. El resultado ha sido positivo con los perfiles biográficos sobre Miguel Santiago Rodríguez, Rafael Almeida Mateos, y hoy con Eusebia de Armas Almeida».
Valor incalculable
Por su parte, Carmelo J. Santiago Casañas, fundador de la editorial Edigeca, hoy en manos de Rebeca Guerra Bayón, califica de «incalculable» el valor del archivo fotográfico y documental que maneja Sergio Aguiar para esta biografía de Eusebia de Armas Almeida: «Hay un profundo trabajo de investigación, que recoge los acontecimientos vividos de la que ha sido la gran benefactora del municipio guiense y a quien varias generaciones deben, entre otras cosas, su formación académica, gracias al empeño de ella para crear un centro educativo como lo fue el Colegio Salesiano de Sta. Mª de Guía. Facilitaría que se pudiera escolarizar a los niños de la zona norte de la isla, aunque no contaran con recursos económicos para ello».
Justifica el interés incuestionable de este trabajo para las nuevas generaciones, evocando que «aquel que no conoce la historia está condenado a repetirla. No es solo un libro que narra la vida de una de las mujeres más relevantes de la comarca norte de Gran Canaria, sino una herramienta para adentrarnos en el funcionamiento de la sociedad de la época. Entonces los poderes políticos y religiosos ejercían una presión sobre la ciudadanía, principalmente adinerada, con el único afán de obtener beneficio de su patrimonio familiar, mientras el analfabetismo y la pobreza se expandía por la isla».
Y apunta que no descarta, tras esta experiencia, proseguir con la edición de nuevas biografías femeninas con el mismo autor, o con otros: «Sería maravilloso, aunque no necesariamente mujeres de una especial relevancia social, sino sobre mujeres en general, ya que han sido ellas las que han soportado durante mucho tiempo el peso de las familias, en particular durante el siglo pasado. Efectivamente, éste es el primero de los cuatro libros que Sergio Aguiar ha publicado con nosotros en el que la protagonista es una mujer. Pero Edigeca ha editado ya dos novelas históricas como Antes de que me olvide de Teresa Ojeda, o Al pie de Tindaya de Maruja Salgado, donde la mujer es el centro de la historia. De esta última autora mañana lunes se presenta en Gáldar, Abenchara Chembeneder. La Guayarmina olvidada, un ensayo que relata la vida de una de las principales guayarminas y que ha sido maltratada por la historia».
Hoy toca, sin embargo, recrearse con la biografía de Eusebia de Armas. El autor y su editor confían al unísono en que puede tratarse de «un buen libro para abrir con interés, y cerrarlo con provecho».
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