Un año después del incendio en la nave frigorífica Frisu IV, todo sigue igual en esa parcela del Puerto de Las Palmas, con un almacén de 26.000 metros cúbicos devorado e inutilizado por las llamas.
El grupo logístico, líder en el depósito de mercancías refrigeradas y congeladas en Canarias, espera aún por las indemnizaciones de los seguros para rehabilitar el inmueble y poder relanzar su actividad en el Muelle Pesquero.
Las dos principales aseguradoras de Frigoríficos Hispano-Suizos SA (Frisu), Caser y Mapfre, aguardan aún por varios detalles del atestado de la Guardia Civil para resarcir a la compañía de los daños sufridos, que ascienden a unos dos millones de euros, explican desde la compañía. Faltan las fotos del punto en el que pudo iniciarse el fuego y su posible causa. La investigación, eso sí, descarta que fuera provocado, aclara Frisu.
Principales destrozos
Los daños principales afectan a la estructura y a las infraestructuras del edificio, con cámaras frigoríficas, maquinaria y una recién estrenada fábrica de hielo que ha quedado destruida por completo.
A eso hay que añadirle las mercancías almacenadas en esos congeladores industriales, como la carnaza en depósito para los barcos pesqueros japoneses y los productos congelados de la firma 5 Océanos. En total, más de mil toneladas de mercancía perdida entre cebo y alimentos para consumo humano que ha sido valorada en un millón de euros.
El resto de la esperada indemnización, otro millón de euros, se corresponde con los daños del inmueble y de su industria. Frisu estaba inmersa en la remodelación de la nave, que aspiraba a compaginar la actividad de almacén con un centro de coworking para empresas, emprendedores y teletrabajadores. Llevaba invertidos más de millón y medio de euros.
Parón para la pesca fresca
También había puesto en marcha recientemente una máquina de hielo para reactivar la descarga de pesca fresca, una actividad que ha desaparecido del Puerto y que el expresidente Luis Ibarra quería recuperar por su valor simbólico para Las Palmas de Gran Canaria, más abierta ahora a la integración de sus muelles con las intervenciones urbanísticas del proyecto Puerto Ciudad.
El Muelle Pesquero, en ese sentido, está en plena transformación, con nuevos accesos, explanadas y edificios construidos, como es la sede de la Guardia Civil y el centro de grandes yates proyectado en las inmediaciones. Hasta esa zona llegará el futuro parque del istmo si finalmente hay acuerdo con el Ayuntamiento.
Todo ese proyecto de pesca fresca, coworking y hasta una posible lonja quedó truncado a los pocos meses de comenzar las descargas de los pescadores de San Cristóbal. La máquina de hielo se estrenó en mayo y el 20 de julio, al caer la tarde, estalló en llamas.
Humo negro
El incendio quedó controlado el mismo día, pero se necesitaron tres más para enfriar el edificio y apagarlo del todo, pues el material aislante de las cámaras frigoríficas seguía alimentando las llamas, con un potente humo negro que se veía y se extendía por la zona baja de la ciudad.
Lo peor, sin embargo, estaba por llegar. A pesar de quedar controlada la emergencia con rapidez, los trabajadores de Frisu, por seguridad, no pudieron entrar a la nave de forma inmediata para retirar la mercancía. Eso motivó que el cebo congelado se descompusiera y el mal olor aumentase por momentos, sobre todo cuando el viento soplaba en dirección a la ciudad. El hedor, algunos días, llegaba hasta Vegueta.
Los restos de pota y de pequeños pescados se convirtieron en una capa acuosa difícil de cargar en los camiones, que al principio tuvieron problemas para descargar en el vertedero, con un límite diario para gestionar residuos de origen biológico. Eso se arregló, pero la situación empeoró por la pudrición del cebo.
Todo agosto de limpieza
La compañía tuvo que formar a sus empleados para protegerlos de los agentes patógenos, al tiempo que se hacían boquetes en las paredes para ventilar el edificio. Los trabajos de limpieza se prolongaron durante todo el mes de agosto, con semanas completas en las que los trabajadores tenían que entrar con equipos de respiración autónoma, previa medición de los gases por los bomberos.
La situación motivó el desvío a otro muelle de algún que otro crucero por el mal olor, pero se redoblaron los esfuerzos para que no afectara a la temporada turística. Los productos para aliviar el hedor y convertir el líquido en gelatina para poder retirarlo facilitaron las labores de limpieza. La cosa empezó a remitir a finales de agosto, cuando se logró sacar más de la mitad de los 700 kilos de carnaza descompuesta.
Los gastos de todo eso ascendieron a casi medio millón de euros, incluido el uso de remolcadores para echar agua desde el mar y el resto de medios empleados, con más de 900.000 litros y cuatro días de trabajo por parte de los bomberos. Lo más costoso, confirma la compañía, fue despejar el edificio tras apagar el fuego.