La paciente que lleva mucho tiempo con ansiedad e insomnio, la que un día acude a su médica de Familia porque le duele la cabeza, otra la espalda y otra la tripa; o aquella con problemas de salud crónicos como las cefaleas oel síndrome del colon irritable. Muchas mujeres acuden a su centro de salud por síntomas relacionados con el maltrato sin identificarlo como tal. Un cribado universal, mediante el que los profesionales hagan preguntas específicas y estandarizadas, como ya se hace con otros aspectos de la salud, podría ayudar a detectar casos de violencia de género que no llegan al sistema.
«Sabemos que una puerta de entrada de muchos de los casos de violencia de género es la Atención Primaria», aseguraba la ministra de Igualdad, Ana Redondo, después del Comité de Crisis celebrado el pasado 3 de julio. Si bien consideran que hay un porcentaje demasiado pequeño de mujeres, o de su entorno, que denuncian esta violencia, saben que todas ellas pasan por el sistema sanitario, donde no se están detectando.
Las víctimas de violencia de género acuden más al médico que la población general por el impacto que el maltrato tiene en su salud. No hablan de violencia de género, pero sí que consultan por los problemas de salud que les provoca la situación de maltrato. Las personas sanitarias consultadas recuerdan que incrementa el riesgo de problemas que tienen que ver con la patología mental, como la ansiedad o depresióon; con patologías crónicas, como la diabetes; o con dolores crónicos.
Los desafíos de la Estrategia estatal 2022-2025
Los datos de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer de 2019 mostraron que el centro de salud, el psicólogo o la farmacia son las puertas que primero cruzan las víctimas. De ahí la intención de Igualdad de involucrar a la Atención Primaria en este cribado universal.
Hace más de un año se publicó la Estrategia estatal para combatir las violencias machistas 2022 – 2025 con unas 300 medidas, muchas de ellas basadas en la Atención Primaria. Pero a día de hoy, lamenta Lorenzo Armenteros, responsable del Grupo de Trabajo de Salud de la Mujer de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), no se ha implementado dentro de las prácticas clínicas, como llevan pidiendo en su especialidad desde hace muchos años.
Indica que, con las herramientas adecuadas, la violencia machista formaría parte de la entrevista a toda paciente mayor de 14 años, de la misma manera que ahora se pregunta por su dieta o por el ejercicio físico que realizan. «La prevención real se tiene que hacer en las fases iniciales, y para eso es fundamental la Atención Primaria«, defiende Armenteros.
Los dos cuestionarios
Ya hay diversos instrumentos validados para la detección precoz de la violencia de género en el ámbito de Atención Primaria. Uno de ellos es el cuestionario WAST, que cuenta con dos versiones para la detección de violencia de géner: una corta, que consta de dos preguntas, y una versión larga, de ocho preguntas. Existe otro, el AAS, que mide la presencia de violencia en los 12 meses previos al momento de la detección, y los antecedentes de maltrato. Recoge todo tipo de violencia contra la mujer (de pareja, doméstica, personas conocidas y extraños), e identifica si es violencia física, psicológica o sexual. El Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud aconseja hacer la versión corta del cuestionario WAST añadiendo la pregunta sobre antecedentes de violencia del cuestionario AAS.
Ya hay territorios en los que estos cuestionarios forman parte de la práctica clínica, como la Comunidad Valenciana. Otros que se limitan a aconsejerla. En Galicia, la última versión del modelo de la historia clínica cuenta con una pestaña para el cribado de la violencia que permite algo similar.
Lo que sí tienen todas las comunidades autónomas es un protocolo de actuación frente a la violencia, calificado como «muy complejo, sesudo y farragoso» por Armenteros, que pide que se les facilite el trabajo.
Faltan más recursos
Anna Pujol, médica de Familia y coordinadora del grupo de trabajo de Atención a la Mujer de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), indica que no todos los autores son partidarios de que se haga este cribado. Con lo que sí hay unanimidad es con recomendar a los y las profionales que estén alerta ante señales sospechosas o en situaciones de vulnerabilidad y preguntar a la mujer.
«La violencia en sí es un problema de salud, pero no una enfermedad. Por tanto, hay cierta controversia», apunta. «Pero seguro que cuando detectamos problemas tanto de patología mental como malestares emocionales, u otras asociadas, tendríamos que hacer alguna pregunta sistemática», opina. Por ejemplo: cómo estás en casa o qué tal te va con tu pareja.
Pero esto no siempre se hace. «Algunas personas no preguntan por miedos, porque a veces es complicado acompañar después de abrir el melón de la violencia machista. Para eso necesitas formación», apunta.
«Falta formación en el servicio público de salud, en general, y en las consultas de Atención Primaria, en particular. Sin ella, el problema que vamos a tener es que vamos a detectar muchos casos pero no vamos a tener herramientas para poder acompañar a estas mujeres», añade.
Los profesionales reclaman circuitos claros, protocolizados y entre instituciones para saber cómo actuar ante cada situación. Y, para eso, se requiere formación específica en detección de violencia de género, manejo de situaciones sensibles y conocimiento de los recursos disponibles.
Tanto la portavoz de la semFYC como el de la SEMG piden involucrar a todos los profesionales de Atención Primaria -incluyendo a las enfermeras y trabajadores sociales- para actuar y aplicar un nuevo plan que les permita la detección precoz de la violencia de género. Para elaborarlo, piden a las autoridades que cuenten con ellos.