La relación entre el gobierno de Giorgia Meloni y Stellantis, el principal fabricante de automóviles del país (en el que desde 2021 está integrado el grupo Fiat Chrysler Automobiles), no está exenta de tiras y aflojas. La presidenta italiana se ha fijado como meta que la multinacional que pilota Carlos Tavares aumente su producción en el país, es decir, que adjudique más modelos y genere más empleo en sus plantas. De no hacerlo, ha advertido el ejecutivo transalpino, dará entrada en el país a la competencia asiática. Y tiene un plan para hacerlo: expropiar marcas ahora en desuso como Autobianchi e Innocenti, propiedad de la antigua Fiat, y regalárselas a las compañías chinas que estén dispuestas a fabricar coches eléctricos en la península itálica.

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