No sé por qué, la palabra “patria”, al igual que “patriotismo” siempre tiene un tufillo casposo que no debería tener. La patria es la tierra a la que pertenecemos y ser patriota es defenderla, de modo que el término debería ser neutro y utilizarse por todas las partes del espectro político. Pero eso no ocurre normalmente. Salvo, quizás con una excepción.

Y es que, cuando está la selección de futbol de por medio, máxime cuando es una selección que está ganando todos los partidos, el patriotismo levanta la cabeza, a pesar de que nuestro himno no da para escenas tan rotundas como las de otras selecciones, cuyos jugadores cantan a voz en grito su himno con la mano en el pecho. En momentos como estos, las banderas de España se convierten en un paisaje habitual de calles y balcones sin que, por una vez, se use con connotaciones políticas. Porque, por desgracia, nuestra bandera ha sido tan patrimonializada por un sector político que más de una vez cuesta identificarse con ella.

Pero cuando hay fútbol, todo vale. Se puede sacar la bandera de paseo, y hasta podemos envolvernos con ella o pintarnos la cara con sus colores sin que nos tachen de nada. Bueno, de nada salvo de forofos, claro está.

Sin embargo, no todo iba a ser alegría y buenas noticias. Y hasta este patriotismo de balón de cuero y bota de tacos tiene su parte oscura. Y es que hay personas tan intolerantes que ni siquiera por un momento dejan de ejercer como tales. Y dicen barbaridades tales como que el color de la piel de dos de los jugadores que más han hecho por el equipo español debe ser causa para su exclusión de ese mismo equipo. Que no son “españoles de verdad” a pesar de haber nacido en España y de estar dándolo todo en el terreno de juego por nuestro país. Como si la españolidad se midiera por el color de la piel.

Lo peor de todo es que esa gente hace esas manifestaciones en pro de un supuesto patriotismo que no es sino la peor xenofobia de razas puras con cuyos postulados Hitler cometió el peor genocidio de la historia.

Lo que hacen estos futbolistas con cada pase y con cada gol, no solo es dar una patada al balón. Le dan la patada más grande al racismo y a la intolerancia. Y, aunque fuera solo por eso, tenemos que celebrar lo ocurrido en la Eurocopa. Aunque no nos guste el fútbol

SUSANA GISBERT

Fiscal y escritora (twitter @gisb_sus)

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