Una parte de Siria —no toda— está llamada este lunes a las urnas para elegir la composición del Parlamento del país árabe, en unos comicios cuyos resultados están marcados y decididos con antelación y que son vistos con total desinterés por la población que sigue en Siria, tras 13 años de guerra civil.
En esta votación no pueden participar ni los refugiados fuera del país ni los sirios que habitan las zonas no controladas por el régimen: la opacidad es tal que, de hecho, Damasco no ha publicado ninguna cifra de las personas que pueden depositar su voto. Se espera, por lo tanto, que el partido del presidente sirio, Bashar al Asad, el Baaz, gane la mayoría absoluta de forma indiscutida.
Así, este lunes, serán decididos los 250 diputados del Parlamento sirio: el Baaz ha presentado a 169 candidatos, y se espera que todos ellos resulten elegidos. Los demás diputados son candidatos independientes que también apoyan, por supuesto, al presidente Asad. Según el índice anual de libertades y derechos de la oenegé Freedom House, Siria es el país del mundo menos libre empatado con Sudán del Sur, un puesto por delante de Corea del Norte y Eritrea.
Tras más de una década de conflicto armado, Siria está en la actualidad dividida en cuatro grandes zonas de control: el sur y el centro del país están controlados por el régimen de Bashar, mientras que el este está en manos de las milicias kurdas de las YPG, y el noroeste está controlado por Hayat Tahrir al Sham, grupo yihadista que se escindió de Al Qaeda en 2018, y el Ejército Libre Sirio (ELS), un paraguas de milicias opositoras sirias aliadas y controladas por Turquía.
Turquía tiene tanto poder sobre ellas, de hecho, que Ankara controla la economía, suministros y abastecimiento de las regiones del ELS, donde hay también soldados regulares turcos. Hay más: es Turquía quien paga y financia —junto con Catar— las milicias que conforman el ELS.
(Im)Posible reconciliación
Todo esto, sin embargo, podría cambiar pronto. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha señalado durante las últimas semanas que está dispuesto a reunirse en persona con Asad, algo que no ocurre desde 2011. En estos 13 años, Erdogan ha llamado a su homólogo sirio «terrorista y carnicero», y ha apostado activamente por un cambio de régimen en Damasco.
A principios de julio, sin embargo, Turquía vivió varias jornadas de violencia contra refugiados sirios por parte de grupos ultranacionalistas turcos, que demandan —junto con la gran mayoría de la población turca— la deportación forzosa de los más de 3,6 millones de sirios que habitan actualmente en el país anatolio. El Gobierno turco ve el reacercamiento con Damasco como la única opción para ello.
Existen, sin embargo, muchos problemas: la gran mayoría de refugiados sirios temen volver a su país, completamente destrozado, sin infraestructura, dividido y con presencia de un crisol de milicias opuestas (en las que se incluye el Estado Islámico en las regiones desérticas del sur del país) y con un régimen que en el pasado ha detenido y encarcelado a refugiados que han retornado a Siria.
Damasco, además, asegura no estar dispuesta a normalizar sus relaciones con Ankara hasta que Turquía no retire sus soldados de territorio sirio. Según Turquía, esta primera reunión entre Erdogan y Asad podría tener lugar en Bagdad en agosto o setiembre, y sería gracias a la mediación de Rusia e Irak.