Donald Trump es una figura políticamente divisoria, que provoca amores y odios y también extremos, como se demostró el sábado de forma lamentable y trágica, porque en su intento de asesinato él salió prácticamente ileso pero hubo un muerto y dos heridos graves. En lo que no hay discusión, o no debería, es en que Trump es una bestia de la comunicación de masas, un animal de instintos políticos con escaso parangón que, en su vena populista, es capaz de establecer conexiones con sus seguidores que a día de hoy, y desde hace mucho tiempo, ningún otro político puede en Estados Unidos y de crear imágenes que van más allá de su persona en el imaginario colectivo, incluso teniendo a alguien tan personalista como él como protagonista.

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