Con los últimos y decepcionantes datos económicos en sus carpetas han llegado hoy casi 400 miembros del Partido Comunista de China a uno de los cónclaves más relevantes del calendario político nacional. Del tercer pleno del Comité Central han salido algunas de las directrices que explican la China de hoy y de este esperan los expertos vigorosas reformas que reanimen el alicaído clima post-pandémico.
Las cifras del segundo trimestre recomiendan urgencia. El PIB creció al 4,7% interanual, por debajo de todos los pronósticos y del 5,3% del primero. El acumulado queda en el 5%, el objetivo que se había marcado el Gobierno para este ejercicio, pero la tendencia bajista y los nubarrones geoeconómicos en el horizonte dificultarán que se alcance sin unos estímulos eficaces.
A China la aquejan su sector inmobiliario ajeno a cualquier medida por reflotarlo, las deudas elefantiásicas de los gobiernos locales, el renqueante consumo interno y un paro juvenil desconocido (China dejó de ofrecer las cifras cuando se disparó) pero preocupante. El ladrillo llegó a suponer un tercio del PIB nacional en sus días de gloria y ahora lo lastra. Ni las leyes que flexibilizan los créditos ni las órdenes a los gobiernos locales de que compren los excedentes de viviendas vacías han empujado a una población que desayuna con noticias de inmobiliarias quebradas que no pueden entregar lo prometido y cobrado. En la primera mitad del año ha caído la inversión un 10% y las ventas se han derrumbado un 25%. El clima pesimista explica el ahorro masivo y que hayan bajado las adquisiciones de electrodomésticos y automóviles. El optimismo llega del sector de alta tecnología, lo que China etiqueta como «nuevas fuerzas de producción», que han absorbido parte de la inversión que iba a la vivienda. También de las exportaciones, sorprendentemente robustas, que alcanzaron en junio su máximo de los últimos 15 meses. Es previsible que pronto noten los mordiscos de las políticas proteccionistas de Washington y Bruselas, empeñadas en gravar lo que llega de China. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca agravaría la dinámica.
Desidia entre la población
Ese cuadro, inquietante pero no trágico, es el principal punto del programa de los miembros del Comité Central que esta semana se reúnen a puerta cerrada y fuertemente protegidos por el Ejército. No habrá filtraciones y un comunicado oficial sentará las conclusiones de una cumbre que genera tanta expectación entre los sinólogos como desidia en la población.
Los terceros plenos han jalonado la historia contemporánea china. En ellos proclamó la apertura Deng Xiaoping, jubiló China la política del hijo único y dinamitó el partido los límites de mandatos presidenciales para que Xi Jinping se aupara con el tercero. De ellos salen las líneas maestras económicas y de este se espera que indique el camino para los próximos cinco o diez años. Se dan por descontadas las reformas, teniendo en cuenta el cuadro, pero se debate su magnitud. Desde China se aventura una dimensión histórica. El ultranacionalista diario ‘Global Times’ habla de «un nuevo capítulo» mientras el ‘Diario del Pueblo’, principal órgano del partido, menciona «reformas amplias y sin precedentes» e incluso de una «nueva era de reforma y apertura», aludiendo a la mítica expresión acuñada por Deng. Xi ya admitió meses atrás los deberes pendientes del partido para «mejorar el bienestar del pueblo». En juego está su promesa de 2020 de doblar en 2035 la renta per cápita china para alcanzar el nivel de las naciones desarrolladas. La factura postpandémica, la guerra en Ucrania y las turbulencias geopolíticas la han puesto en riesgo.
La única certeza sobre las políticas que saldrán del tercer pleno es que decepcionarán a Occidente. Es probable que China estimule al sector privado y le confiera más peso pero no aflojará el timón de la economía planificada. La receta le ha dado cuatro décadas de éxito y no parece que al resto del mundo le vaya mejor confiando en el mercado. Lo aclaraba el Diario del Pueblo en el mismo editorial: «La reforma no consiste en cambiar la dirección ni la transformación consiste en cambiar de color».