Lamine Yamal y Nico Williams celebran el gol del segundo ante Inglaterra. / EFE

No era solo un encuentro a vida o muerte, ocupa un escalón superior en las disyuntivas trascendentales. Vence quien logra sobreponerse a la tensión infinita, a menudo por inconsciencia, esa virtud asociada a los adolescentes. En efecto, Nico/Lamine como dúo indisoluble demostraron que el destino puede doblegar a cualquier pronóstico. Componen un monstruo de dos cabezas. Con alguna ayuda de Cucurella/Oyarzabal, una pareja inesperada y más madura para desafiar al monopolio de los insolentes.

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