Hubo un tiempo en el que Novak Djokovic no infundía respeto, infundía miedo. Como Atila, allí donde pasaba no volvía a crecer la hierba, más aún si hablábamos de su jardín de Wimbledon. Pero como todo buen tirano, entiéndase el término desde la concepción más positiva posible, antes o después siempre aparece alguien en el horizonte más voraz. Y no porque el serbio no esté poniendo de su parte para mantener vigente esa imagen de chacal, porque ahí estaba, en la final, una más, contra todos los elementos. Contra cualquiera, menos uno. El único que él no puede controlar, el del rival que ha emergido como ese monstruo que parece llamado a retirarle.
Porque lo que tiene enfrente empieza a rozar el sinsentido. Porque a sus 21 años, Carlos Alcaraz es capaz de borrar del mapa (6-2; 6-2; 7-6 en 2h 27m) al mejor tenista de la historia en la final del torneo que ha ganado siete veces, como si eso no costara. Como si realmente hubiera cruzado esa línea imaginaria que dice que en el deporte profesional uno no está para divertirse y disfrutar, sino para ganar. Él está para ambas, solo así se entiende su juego, ese que ha dado un vuelco al statu quo del tenis.
Alcaraz te machaca, pero te sonríe. Los rivales le temen, pero se les hace imposible odiarlo, porque quizás, en el fondo, todos los que se miden a él anhelan llegar a un nivel tan alto disfrutando como él lo hace de su profesión. Puede que quizás le esté pasando hasta al propio Djokovic, que durante toda su carrera ha buscado némesis a las que enfrentarse y contra las que rebelarse. Pero con Alcaraz es distinto. Porque Nole le admira, como también lo hace su hijo Stefan, hasta el punto de que da la sensación (solo es una sensación) de que no le importa perder contra él. Simplemente se resigna, y disfruta en primera fila de algo nunca antes visto, como lo hace prácticamente todo el mundo del tenis, sea cual sea la nacionalidad.
Campeón ante Djokovic por segundo año seguido
Si la del año pasado fue la de la rebelión ante el poder establecido, la final de este fue la de la confirmación de una era que ha empezado y a la que no se le vislumbra el final. Poco importan los demás cuando el de El Palmar está en su sitio. Y este domingo, lo estuvo más que nunca. Quizás fue, y puede parecer mucho decir, el partido más serio de su vida. No regaló nada, ni rastro de eso de las desconexiones. Para muestra, su nivel al servicio: solo concedió dos puntos con el primer saque y cuatro con el segundo en los dos primeros sets ante el que quizás es reconocido por todos como el mejor restador de la historia del tenis.
Cuerpo y mente, todo estaba conectado. Cuando Djokovic subía a la red, le pasaba. Cuando jugaba de fondo, veía la pista de hierba como si fuera un campo de fútbol, limpiando cada una de las líneas. Cuando parecía imposible que llegara a una de las dejadas del serbio, lo hacía. Por más que Djokovic buscara su momento, y aguardara sin desesperar, sin gastar energías en frustraciones, no había manera.
Ni un respiro, ni el más mínimo, le dio Alcaraz. Un recital. Saques, remates, voleas. De derecha y de revés, paralelos y cruzados. Un vendaval. Jugando al cien, pero sin casi errores, algo increíble viendo los riesgos que asume el murciano con su juego, valiente como pocos.
Más récords a la buchaca
Un recital que dejó a todo el mundo con ganas de más final. Por no servir, no sirvió el partido de Alcaraz ni de telonero de la final de la Eurocopa que España jugará en Berlín a partir de las 21.00. Podrá degustarla el murciano con calma, tras ducharse y pararse a pensar lo que acaba de (volver) a hacer.
Porque el nivel tenístico de Alcaraz sigue traduciéndose en récords, de precocidad y también totales. Solo Bjon Borg (Roland Garros x2 y Wimbedon x2) y Wilander (US Open x2y Roland Garros x2) conquistaron cuatro grandes a su edad. Un dúo al que ahora se suma Alcaraz, que recién cumplido 21 años es el único que logró hacerlo en tres torneos diferentes. Para poner en perspectiva el dato, Federer, Agassi y Lendl no habían ganado ninguno con 21 años. Alcaraz se convierte, además, en el 12º nombre en la lista de jugadores que han logrado la gesta de ganar, de forma consecutiva, el segundo y tercer grande de la temporada, con el especial mérito de ser superficies antagónicas.
Y de paso, hace algo que nadie había hecho. Junto a Gustavo Kuerten, era hasta ahora el único tenista invicto en sus tres primeras finales de Grand Slams. Llevando al extremo eso que se dice de que las finales «no se juegan, se ganan», hombre de palabra Alcaraz, ha sumado otra, la cuarta. De esta forma se ha quedado en solitario como único tenista en jugar cuatro finales de Grand Slam y ganarlas. Y lo que te rondaré, porque el lobo está suelto y ahora, desatado, ya apunta a su próximo objetivo: ganar el oro olímpico en París.